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19 marzo, 2012

 

La situación climática mundial bajo la mirada del escritor británico.

 

Por: Guillermina Flores

 

Ian McEwan, escritor inglés de la generación de Martin Amis y compinche del espectral Tomas Pynchon,  tiene una nueva novela en el mercado: Solar, una historia ficticia sobre la realidad humana.

Michael Beard es un científico que se ha quedado dormido en los laureles de la fama internacional. Sus estudios sobre la luz y la materia, conocidos  mundialmente como la «Combinación Beard-Einstein», le valieron nada menos que un Premio Nobel de Física. Este galardón permitió que Beard tuviera una vida cómoda y vacía durante muchos años, ofreciendo conferencias o apenas asistiendo a ellas para aportarles prestigio.

Pero, a sus 53 años, Beard se encuentra a sí mismo inútil, sin ninguna teoría nueva, gordo, petiso —un escaso metro sesenta y dos—, sucio —una de sus empleadas domésticas dejó de trabajar para él cuando encontró un pedazo de panceta que oficiaba de señalador dentro de un libro— e intensamente perturbado por lo difícil que le resulta ser cornudo, tal como McEwan lo expresa en la novela. Luego de cuatro matrimonios fallidos por una misma causa —infidelidad serial— Patrice, su quinta y joven mujer, le paga con la misma moneda engañándolo con el constructor que habían empleado para remodelar la casa: Robert Tarpin, también más joven y veinte dolorosos centímetros más alto que él.

Por primera vez, Beard siente que desea de manera desesperada a su esposa, aunque no hace mucho por retenerla. La ve partir perfumada por la noche y regresar indiferente por las mañanas. Cuando la novela parece estancarse en el patetismo de una rutina desganada, McEwan sorprende con un acontecimiento tragicómico: Beard descubre a Tom Aldous, el nuevo amante de Patrice, desnudo en el living de su propia casa.

Lo que sucede luego es un punto clave para el desarrollo de la historia. Aldouses un veinteañero alumno del Centro Gubernamental de Investigaciones que, antes y después de acostarse con su mujer, persigue a Beard para convencerlo de involucrarse en un proyecto en el que viene trabajando desde hace tiempo: la aplicación factible de la energía solar, y, particularmente, de la fotosíntesis artificial. Y eso mismo será el verdadero tópico de Solar, en sus más de trescientos cincuenta páginas. En tiempos donde el calentamiento global resulta una amenaza tangible —los desastres naturales se manifiestan con mayor frecuencia— las investigaciones sobre el desarrollo de economías sustentables se alzan en defensa de la preservación del medioambiente y, por supuesto, de la especie humana.

Como en casi todas sus novelas, McEwan parte de hechos concretos de la realidad que, al resultarles familiares al lector, le confieren un plus de seducción —sin ir más lejos, el viaje que Beard hace al Ártico fue tomado de su propia experiencia en el año 2005—. De todos modos, la genialidad de Solar se hace evidente no en la veracidad de los hechos, sino en el tratamiento del problema: McEwan no escribe un melodrama para conmover al lector hasta crearle una conciencia social, sino que ironiza acerca de los verdaderos intereses de las grandes empresas y figuras políticas. La verdadera riqueza en el futuro será para aquellas industrias que inviertan hoy en nuevas formas de producción, acordes con la rentabilidad de los recursos naturales. El autor quiere demostrarnos que la codicia será siempre el motor de cualquier movimiento que hagamos, aunque no lo reprueba, porque el fin (salvar el planeta) justificará siempre los medios (uso de energía nuclear, dinero).

Su personaje, un ser desagradable que únicamente es bueno con las ciencias exactas —y que perdió su brillo después del Nobel— será un sujeto activo dentro de este grupo de héroes protectores de la vida útil del planeta Tierra. Casi sin dudarlo, Michael Beard podría aparecer en nuestra imaginación como la figura del científico James Lovelock, quien ha generado gran controversia al manifestar que no hay nada que hacer ante el cambio climático, sino más bien adaptarse a él y tratar de auxiliar a los entes indispensables para sobrevivir en un ambiente hostil. El escepticismo de Lovelock se refleja en las aspiraciones de Beard: él no pretende salvar al mundo sino recuperar su reputación.
Con una prosa rápida e intrigante, McEwan logra mantener despierto al lector novato, y fascinado a aquellos que estén más comprometidos con la causa. No sólo podríamos establecer un paralelismo entre Lovelock y Beard, sino también entre otros agentes de la realidad y la ficción: en Solar  aparecen grupos de científicos que niegan el incremento del calentamiento global considerándolo, en criollo, una «avivada» por parte de muchos que buscan enriquecerse con las enormes cantidades de dinero donadas para las investigaciones.

El personaje de McEwan es realmente un ser repulsivo, apático y egoísta. Cuando su última mujer le confiesa que está embarazada, pretende convencerla de abortar, tal como lo había hecho con sus anteriores cinco esposas. Pero, sin dar más detalles, dejamos que los lectores se animen a leer esta novela, que seguramente con el paso de los años se convertirá en un testimonio escrito bastante acertado de nuestra realidad.

 

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