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14 marzo, 2017

JAVIER VÁZQUEZ «La Palabra Muda»

JAVIER VÁZQUEZ «La Palabra Muda»

 

Por Margarita Gómez Carrasco

El filósofo Jacques Rancière escribió un libro con el título homónimo al de la muestra de Javier Vázquez, esta reapropiación del artista, lo inscribe en el arte de la posproducción. Su obra representa esa palabra sin sonido que nos habla. Paradoja en la cual nos sumergimos para develar un mundo de imágenes y, desde lo visual, atrevernos a interrogarlas. En el silencio de las palabras, encontramos muchas respuestas, poesía y conceptos que atraviesan, pero sobre todo, encontramos a un otro para hablar y colmar de sentido nuestra existencia.

Hablemos de tu última muestra, ¿cómo se llama?
Se llama La Palabra Muda, que además no tiene que ver con el objeto, sino con algo mucho más poético, con la palabra muda, tiene que ver con una punta y un globo ensartado, me gusta formar esa dicotomía en el texto y la obra, creo que abrir ese abanico, te permite salirte más. Quizás confunde al espectador y otras veces genera una apertura mayor. Vengo trabajando hace ya un tiempo bastante largo con estas formas.

Jugás con lo etéreo y lo pesado…
La obra tiene que ver con lo que uno va viviendo, por eso creo en la mutación de la obra, uno no puede hacer todo el tiempo lo mismo, porque uno no es siempre el mismo, cosa que trato siempre de profundizar en la docencia. Quizás nuestra generación creció con esa metodología de entender que era importante que reconozcan tu obra, por tu formato, por tu hacer; y creo que hoy el concepto “pesado” significa mucho en la construcción de una obra, y la materialidad debe acompañar el concepto. Así que en off the record (risas), la obra tiene mucho que ver con la pareja, con lo sensible de todas las relaciones, también hablo de la relación humana, de lo sensible y lo frágil, y lo etéreo en contraposición de una punta que podría representar lo rotundo, lo estático. Me parece interesante mezclar dos elementos que no tengan absolutamente nada que ver, como son el globo y estos metales pesados con esas puntas totalmente amenazantes y que casi todo esté siempre por pincharse, y la verdad que es muy divertido pensar que uno puede construir una metáfora en materia. Lo que más me gusta del objeto, a diferencia de otro tipo de representación, que me parecen validas todas, es pensar hoy, dónde estamos situados con respecto a la construcción de la imagen, ya que muchas veces se plantea que es más contemporáneo un objeto, un dibujo, una acción, una performance; y la verdad que no creo que lo contemporáneo pase por la materialidad en ese sentido, para mí lo contemporáneo tiene que ver con la idea.

¿Por qué la incorporación de cabello humano?
El pelo conserva el ADN de cada uno, y ese ADN no se puede copiar, es el elemento más subjetivo que tiene uno, y que ese pelo bañe parte de esa fragilidad del globo y lo etéreo, me parece interesante. Vengo trabajando con el pelo desde hace mucho tiempo, y cuando funciona estéticamente lo aplico y muchas veces lo guardo, de hecho tengo el taller con cajas y cajas de pelo clasificado, una cuestión muy obsesiva de mi parte.

¿Qué más pensás que se puede ver en tu obra?
Figuras humanas, con distintas alturas, que tienen que ver con distintas personas que pasaron por mi vida, y me pareció interesante rescatar dentro de esa fragilidad de las relaciones, también el pasado, pensando en el presente y en el futuro. Fue una obra mucho más personal, con dinámica, los globos también se movían en un punto y los podías tocar, de hecho me parece que mantuvieron en esa pequeña instalación una dinámica que le servía al contexto del resto de las obras. Pero bueno, el pelo para mí tiene que ver con eso, con el ADN propio, y por qué no, es esa firma que muchas veces se exige del artista ¿no? Está directamente representado por la materia, así que por suerte tengo un vecino peluquero que adoro y me va donando cabello, y que cuando yo me corto el pelo, me lo junta.

¿Cuándo empezaste a mostrar esta producción artística?
Hace unos tres años hice una muestra en el Luna Park con algunas intervenciones visuales, también hice una presentación en Rosario, y esta última que vos viste en el Perlotti, después eventualmente sigo a veces haciendo presentaciones más chicas por pedido de una o dos obras en alguna muestra colectiva.

Si uno se pone a pensar que en el cabello no solo está el ADN, sino hay información que tiene que ver con tu alimentación y otras cosas más, es un archivo muy interesante…
Para mí es también un modo de decir, una especie de marca registrada, creo que a futuro, va a ser mi firma en el trabajo, así que estoy materializando esto que vengo juntando hace tantos años. En ese rejunte, hay pelo de mis padres, pelos de mis hijos, hoy que tengo una chiquitina de tres años y otro de uno, el otro día le corté el pelo a mi hijo más chiquito así que lo guarde en una bolsita. Si bien esta materia muchas veces hasta genera rechazo, creo que no solo por el pelo humano, no solo pasa por este ADN como material indivisible; sino porque por el pelo pasa agua, pasan caricias, pasan rechazos, pasa histeria, pasan emociones por ahí. En el caso de que yo tengo barba, pasa la palabra, y me parece que a veces lo desestimamos bastante como elemento, pero bueno, es algo muy personal, que insisto, estoy como en ese gran proceso de elaboración que cuando me jubile seguramente tendré tiempo de resolver.

¿Cómo es tu proceso creativo?
Es más bien íntimo, de mucho tiempo de elaboración y una vez que lo materializaste realmente deja de ser tuyo. Yo te decía que la barba para mí incluye la palabra, la caricia, el beso, un montón de acciones. Imaginate con la obra, cuando producís un objeto que uno termina produciendo para el otro, más allá de la satisfacción personal que implica meterle mano a la materia, porque somos sociedad y creo mucho en la multiplicidad de interpretaciones que se crean. Muchas veces me sirven para reelaborar, creo que los procesos nunca están cerrados, sí hay un momento donde uno debe mostrar, y me parece lógico y natural porque para eso producimos.

Hablemos sobre la contemporaneidad de tu obra…
Dentro de la contemporaneidad en el arte, hay muchos artistas conceptuales que van a por todo, sin ni siquiera pensar en el espectador. Yo cuando te digo que quizás hablo con amigos o con mis padres que no tienen nada que ver con este mundo, me permite tener una mirada mucho más llana, en el sentido de no especular al extremo con la imagen. Me parece que lo cotidiano también nos hace crecer, como este encuentro, con dos elementos o tres, vos podés nombrar algo distinto, y capaz son elementos totalmente cotidianos. Como artista uno produce, pero lo cotidiano nos hace y nos une, y me gusta pensar que más allá de que seas un entendido de la materia, la vecina que pasó por el museo tenga una sensibilidad tal que ese trabajo te permita llegar, hasta por el rechazo inclusive, aunque debo reconocer que mi trabajo en ese sentido tiene una lectura rápida…

No sé si es tan rápida…
Tiene una visibilidad rápida.

Sí, pero en el instante que empezaste a simbolizar, encontrás otras cosas además del ADN, cuestiones sobre la identidad personal, cultural, social, que también llevan a lo político, tu obra toma elementos humanos trash , porque le pedís al peluquero pelos que son sobras de otras personas, por suerte es una obra multívoca, con muchas lecturas, a veces si uno empieza a leer puede llegar a infinitos significados. ¿Podés elegir una obra que te represente? Es difícil porque es como elegir un hijo…
Voy a elegir dos, una de un artista y otra mía. Sin duda siempre te quedás con lo último, porque parece que es lo mejor que hiciste en tu vida. A mí realmente me gustó la instalación con la sutileza de esos pelos y estos personajes ahí flotando, realmente me dio mucho placer hacerla, investigar como producirla, y me parece que de alguna manera aunaba la totalidad y le sacaba esa parte fálica, que igual estaba por la verticalidad de la obra, pero desde un lugar muchísimo más sutil. Esa es mi obra que elijo. La otra es de Richard Serra, el escultor, tuve la suerte de estar en la inauguración del Guggenheim de Bilbao, y ver la obra de Serra, sigue siendo un referente para mí, aunque mi obra no tiene absolutamente nada que ver con la suya, que me parece que eso es lo bueno. Su obra es con grandes volúmenes de metal, pesadísimos, que sutilmente se apoyan, y que ni siquiera están soldados, sino que están apoyados, y vos te podés meter dentro de ese espacio nuevo que propone, me parece de una generosidad absoluta, obviamente con otro nivel de infraestructura, imaginate en el Guggenheim el ala que le corresponde a Serra, imaginate de las dimensiones que estamos hablando, pero desde que la vi, me abrió… Siempre hay muchos referentes, pero creo que es un tiempo que con lo natural del material y la simpleza de la forma me llevo de una manera estupenda.

¿Alguna reflexión o anécdota para finalizar?
Hoy estuve en La Boca, y le dije a una compañera: «El arte para mí es sanador», y es sanador desde ese lugar, no por una cuestión demasiado espiritual, es sanador porque te permite vincularte con el otro desde un lugar totalmente distinto, y creo que si uno puede motivar al otro a una nueva mirada, a una nueva experiencia, hay algo donde ya ganaste como artista, y ahí se encuentra un doble placer, más allá de la producción.