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13 septiembre, 2013

Johana Copes, ícono del tango: su mirada del Mundial de Tango 2013

«Si es que estoy hoy acá en este mundial, es para que esto evolucione y es porque amo el tango de verdad».

 

«Cuando enseño tango, trabajo con la personalidad de cada bailarín. No me interesa tener un estilo y que lo imiten, sino que cada uno baile desde su singularidad».

 

Este mundial nos demuestra una vez más que el tango no tiene fronteras. No discrimina nacionalidades, clases sociales, ni edades. Jóvenes y adultos mayores, argentinos y extranjeros sacaron viruta de las pistas de este mundial de tango. Una verdadera fiesta milonguera que tuvo además como cierre, un espectáculo de primer nivel: la Pesada del Tango, de Juan Carlos Copes, que nos deleitó con un ballet de excelencia y con actuaciones del tango, como la de Johana Copes, que, además de bailarina, es actriz, interpreta a la muerte con la sensualidad que la caracteriza, en un duelo tanguero. Y como corolario, Johana nos regala el placer de volver a verla bailando con su padre. La emoción que envolvió al público se expresó en los aplausos que estallaban con grandes ovaciones. Sin duda, uno de los mejores festivales de todos los años por la calidad de los diversos conciertos y clases de todo tipo, gracias a la magia que Johana Copes supo otorgarle, quien en medio de toda esta ardua tarea, nos brinda el inmenso placer de entrevistarla para El Gran Otro. Y no solo nos habla de su perspectiva del Mundial, sino también nos deja descubrirla en su ser y en su arte de ser toda una psicóloga del tango.

 

Por Raquel Tesone

Fotografía por Mariano Barrientos

 

¿Cuál es la responsabilidad que tenés como curadora del Mundial?

 Como curadora tengo la responsabilidad, dentro de la lista que me dan del jurado, de encontrar distintas formas de pensar y de calificar en base a conceptos diferentes. Lo que queremos lograr es que haya una apertura para que se sume más gente con diferentes estilos y personalidades, y que se animen a más. La idea es que, poco a poco, los integrantes del jurado y los participantes hagan que este evento evolucione. Gustavo Mozzi, el director artístico del Festival, me propuso esta posibilidad, confió en mí. El año pasado fue mi primera vez y te diría que recién este año aprendí bien qué es estar acá: no solo traigo propuestas artísticas como el año pasado, sino ideas para innovar. Quiero que se refleje cómo evolucionamos año a año, y no que hace diez años se esté viendo más de lo mismo. Voy de a poquito. Este año hubo cambio de título, de tango salón se paso a tango de pista, con una apertura a lo social. No hay un solo estilo, y queremos que el que venga que lo baile como tenga ganas de bailarlo. Por ejemplo, este año vino una pareja de hombres, y el que hacía el rol receptor vino vestido de hombre con barba y con zapatos de mujer con taco aguja. El año pasado, si bien no participaron parejas del mismo género, el otro año sí. Y está muy bueno que hoy haya más de una pareja de hombres y también parejas de mujeres.

 

Hubo parejas que estaban angustiadas porque fueron eliminadas luego de tener un puntaje muy alto.

Si alguien lo quiere analizar, las puntuaciones están por Internet. Las evaluaciones de cada uno de los miembros del jurado con nombre y apellido se pueden ver, como empezó la puntuación y como termina. Y la gente tiene la libertad de sacar sus conclusiones de cómo evaluó cada uno. Creció mucho el nivel de la gente que participa; pero también depende mucho del jurado y de la suerte. Si bien trato de buscar un jurado que sea de mi absoluta confianza, en el momento de jurar, cada uno actúa como cree. Esto está muy controlado, no pasan cosas de extorsión, de arreglos; esas cosas no suceden, no hay nada que no sea transparente. Pero depende si al jurado le gusta o no, y de la suerte. Un mensaje para resaltar es que la vida no empieza y termina en un campeonato, eso te puede ayudar. El Mundial puede ser un empuje, un empuje grande, lo sé; pero si uno ama esto, hagan lo que tengan que hacer, si tienen la sangre y la energía, preséntense en donde sea. Para los que no llegaron, si aman el tango, sigan adelante y que se inserten en el mundo artístico. Estamos poniendo mucho el acento en la sangre y en el sentimiento del tango. Muchas parejas estaban muy bien técnicamente, pero sin el corazón puesto en el baile, aunque la calidad de baile va mejorando año a año. Pensá que son como seiscientos participantes… y solo son dos parejas de ganadores, una de pista y otra de tango escenario.

 

¿Cuál fue el criterio que elegiste respecto a los programas y cursos?

 Para los programas y los cursos, si bien buscamos a profesores reconocidos mundialmente, también incluimos a profesores no tan conocidos, pero que dan unas clases maravillosas. La temática de este Mundial es lo mejor de los 80, 90 y 2000, y los treinta años de democracia; por eso se convocó a maestros de distintas generaciones. Está mi papá, Juan Carlos Copes, está Miguel Ángel Zotto y está Pablo Verón, como los tres artistas bailarines y cantantes de diferentes generaciones y estilos. Están Milena Plebs y María Nieves, como los iconos de una generación que marcó estilos, o mejor dicho, que abrió puertas. La palabra estilo no me gusta.

 

Entonces, si no te gusta, ¿considerás que no se puede hablar de un estilo Johana Copes?

 ¡No me interesa! Yo no bailo siempre igual, ¡por suerte! A lo largo de los años tengo algo nuevo para hacer, algo nuevo para aprender, me voy adaptando de acuerdo a lo que yo siento. No soy la misma ni podría mantener las mismas reglas de los catorce años, porque mi vida cambió, las experiencias de vida me van cambiando también. Cuando enseño tango, trabajo con la personalidad de cada bailarín. No me interesa tener un estilo y que lo imiten, sino que cada uno baile desde su singularidad.

 

Podríamos decir que sos una psicóloga del tango…

(Risas). ¡Me encanta eso! Y sí, trabajo sobre los miedos, sobre las emociones, y me gusta respetar lo mejor que tiene cada persona. No me gusta cuando veo a los alumnos que son los de no sé, por decir, Pepito, y baila igual que Pepito. ¡Odio eso!

 

Es que no se puede ser Pepito, Pepito hay un solo. Es así como el alumno se transforma en una caricatura de Pepito.

 Exacto, por eso trabajo con la personalidad de cada bailarín. No para que alguien me imite, sino para sacar lo mejor que puede dar cada persona.

 

Vos empezaste desde muy pequeña a bailar tango, y te formó de alguna manera tu padre…

 Sí, empecé desde muy chiquita. Mi debut profesional fue a los catorce años. Estudiaba desde antes teatro, danza, tango; pero no estaba definido lo que quería hacer, porque me gustaba hacer todo. Mi papá formaba a una pareja de chicos jóvenes que crecieron, y ahí me enganché. Pero no te puedo decir que a los catorce años ya tenía tan claro lo del tango, fue algo más bien artístico lo mío.

 

Sos una artista, fundamentalmente. Hacés teatro con Santiago Doria, actuaste en El Conventillo de la Paloma, sos profesora y bailarina de tango, es decir, seguís incursionando en el mundo del arte, y de muy chica nació tu vocación. ¿Tu padre influenció en esto?

 En realidad, mi mamá fue la que me incentivó. Mi papá estaba de viaje y preparamos algo con un bailarín alumno de él y se lo presentamos para ver si estaba en condiciones para hacer bailar con la pareja de adolescentes. El debut fue en Hipopótamo, en Recoleta, que en ese momento era famosa por los shows de tango… hoy es un cabaret. Y después, hice mi primera gira por Alemania durante tres meses, teniendo solo catorce años. En el escenario, debuto en el Gran Rex con Los Grandes de la Danza, cada uno con su ballet. Juan Antonio, en español, con Eleonora Cassano y yo pertenecía al ballet de tango de mi papá.

 

¿Qué sentiste en ese debut con Los Grandes de la Danza teniendo solo catorce años?

 No era tan consciente de la magnitud… Era muy chiquita como valorar lo que me ocurría, era una inconsciente. Me decían tenés que bailar acá. Yo iba y bailaba, no tenía consciencia de la importancia del lugar que estaba ocupando. Desde los seis años que estaba en los escenarios de Broadway cuando papá viajaba.

 

Estaba naturalizado ese mundo para vos…

 Sí, muy naturalizado. Por eso, no te da miedo. Después, cuando fui más grande, es distinto, me considero más consciente ahora. Igual, trato de no tomar mucha consciencia para no tener miedo, ¿no? (sonríe), sino me paralizaría. Me gusta la admiración y valorar el lugar donde estoy, pero trato de no llegar a paralizarme.

 

Y eso que sé que sos bastante tímida.

(Risas). ¡Pero en la vida! ¡En el escenario te hago lo que quieras! En la vida es otra cosa, soy tímida, eso me pasa… En el taller de teatro, me pasa que no quiero subir al escenario, no quiero subir, no quiero subir…. ¡Y pum! Dejo la mochila de la vergüenza, la dejo ahí, y cuando llego al escenario, hago lo que puedo, siempre tratando de dar lo mejor de mí. Ya de chica me daba vergüenza charlar mucho con alguien, es normal cuando uno es chico.

 

Son dos mundos, ¿son dos Johanas?

Sí, y mejor que sea así, porque eso de andar por la vida con el personaje, a mí no me va. No me lo banco, no podría vivir con el personaje, no lo soporto. Imaginate que desde chiquita admiraba a Susana Giménez, quería ser así de diva (risas). Esa diva la dejo para el trabajo y para la vida me encanta la vida de familia, me gusta lo simple, lo cotidiano de la vida me fascina…

 

Entonces, ¿cómo la definirías a Johana?

 Soy muy volátil, vivo siempre soñando, soy muy sensible, soy casera. Valoro mucho los momentos que puedo estar en mi casa, me encanta compartir con mi gente, con mis amigos… Por eso, pienso que nunca elegí irme a vivir a otro lugar, porque me gusta estar acá, estar con mi gente, mi casa, mi lugar.

 

¿Te da el argentinazo cuando estás en el extranjero?

 Sí, extraño porque soy familiera y amiguera. No me hallo si no estoy en mi lugar, un tiempo sí, todo fantástico y todo muy lindo; pero ya, después me quiero volver a Buenos Aires.

 

Al terminar el Mundial, te vas de viaje y te quedas un mes y medio en los Estados Unidos. ¿Qué proyecto vas a desarrollar allá?

 Voy a dar seminarios. Tengo ya todo programado día por día, y por suerte, tengo el día libre para salir y a la noche doy los seminarios.

 

Para nosotros, el tango representa la argentinidad. En otros países: ¿cuáles son, a tu criterio, las diferencias culturales respecto a la forma de bailar? Si bien el tango es uno, ¿cómo ves que la gente siente el tango?

En cuanto a espectáculo, el público alemán es muy respetuoso y silencioso. Al final estalla, pero no estallan como acá, a los gritos. Ellos, en vez de aplaudir, patean el piso con los pies. Es muy lindo. Los japoneses también, hay respeto y mucho silencio. Me parece fantástico porque las ovaciones en la medio, si bien te emocionan e incentivan, también te cortan. Alemania y Japón son los países que tienen más años de cultura de tango. Estados Unidos no tanto, aunque ahí mi papá fue el pionero, hizo un video de enseñanza de tango en el 69 cuando nadie lo enseñaba. Al único bailarín de tango que reconocían era a Valentino, y era un actor de Hollywood; pero eso era el tango para ellos. Respecto a las milongas, le falta la calidez, ¡esa calidez que al argentino le sobra! Sobre todo en la danza del tango, donde no es lo normal abrazarse, buscar una conexión, una comunicación con el otro. Hay algo más frío. Estoy generalizando porque no en todos los lugares es así, es otro modo de bailar; pero no es ni mejor ni peor, es otra cosa. Tienen otra manera que nosotros, tiene que ver con cada cultura, son en algunos países hasta más técnicos; pero nosotros tenemos una forma de ser que no lo podés transmitir. El arrabalero no lo podés enseñar, como nosotros podemos ir a imitarlos y «hacernos» los europeos, pero nunca lo haremos igual. Cada uno baila con su cultura, y eso es lo bueno del tango, que es una danza libre que cada uno lo puede bailar de acuerdo al sentimiento de cada persona. Es como en la vida, a veces coincide, otras no. Sos compatible o no, y punto. Depende también de las vivencias de cada uno: hay personas que son más sensibles, otras que se las ve más duras, porque son más rígidas. El tango depende mucho de la personalidad de cada uno.

 

Entonces, ¿vos pensás que en el tango se refleja más la personalidad que en otras danzas? ¿Es porque hay pasión?

 Sí, la pasión es diferente para los argentinos. También, como te dije, tenemos mucha más cultura de tango que otros. Por ejemplo, en Estados Unidos, mi papá en el 62 cuando no era conocido entró para un espectáculo de Broadway, pero recién en los 90 viajaban desde acá con más frecuencia. Después, con Tango Argentino fue la primera producción multinacional, y ahora, se viaja más seguido. Mi padre fue pionero en crear el tango danza como show en un escenario.

 

Hablando de tu padre, ¿qué impronta tiene tu padre en tu nombre profesional? ¿Qué es esto de portar su apellido y ser Johana Copes? ¿Qué te permite y en qué te limita?

 ¡Me permitió un montón de cosas! Todo lo que aprendí en un momento de mi vida. Después, empecé a vivir mi vida y pude tener la opción de equivocarme. Con ese apellido te imaginás que no podía equivocarme, no podía fallar. Después, con años de análisis, esa mochila de mi papá, la dejé. ¡Ya la dejé hace rato!

 

¿La dejaste arriba del diván?

 Sí, totalmente (risas).

 

¡Qué buen trabajo hacemos los psicólogos!

 La verdad que sí, ¡está bueno! Hoy puedo estar tranquila, manejarme con lo que yo pienso, con mis experiencias de vida. También tiene que ver con el crecer. Tener un padre famoso, un papá importante como es él. Me hacía mucho cargo yo misma de muchas cosas que él no me pedía siquiera. Todo esto formó mi personalidad.

 

Parece que pudiste transformar todo lo que te dejó tu padre para armar tu identidad.

 Sí, fue con cierto sufrimiento transformarme en dejar de ser la hija de… para pasar a ser Johana y permitirme un montón de cosas; pero lo más importante: permitirme «ser».

 

¡Let it be!

 (Risas). ¡Siempre jodo con eso! Cuando me clausuran, digo: let it be, ¡let it be! Siempre fui una rebelde; primero, tratando de sacarme la carga del apellido de encima, y después, por hacerme cargo y buscar mi propia identidad. Antes me la pasaba luchando contra la gente que no creía en mí y ahora relajé, ya no me interesa. El que me cree que me crea, el que no no es mi problema. Yo ya me siento bien.

 

Vos te sentís Johana, sin sentirte la hija de Copes. Pero, al mismo tiempo, incorporando y apropiándote del apellido.

 Y desde ahí, es que tengo un montón de cosas para seguir aprendiendo, mucho por vivir y por hacer. Lo que intento hacer ahora es porque tengo ganas de hacerlo, no porque me quiero hacer la heroína. Si es que estoy hoy acá en este mundial es para que esto evolucione, es porque amo el tango y lo siento así, y no porque tengo el apellido que me respalda y me meto porque soy Johana Copes. Hago lo que siento y no para dar una imagen que no soy, no, porque ni tampoco lo hago en el escenario, no la estoy dibujando.

 

Aunque, en el escenario, dibujas divino con tus pies.

 (Risas). ¡Para estar en el escenario! Por eso, tomo clases de teatro, y fuera del escenario, ¡vivo!