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10 febrero, 2020

Sobre bandoneones e identidades: entrevista con Leo Cubiella

Por Rafael Giménez

Sobre bandoneones e identidades: entrevista con Leo Cubiella

A sus casi 30 años, Leo Cubiella es uno de los referentes de la nueva generación de bandoneonistas argentinos y, a la vez, una figura clave de la comunidad LGBT de Mar del Plata. En diálogo con El Gran Otro, nos habla de pasiones, milongas y otras yerbas.

 

Es curioso cómo se van decantando las pasiones. Hay gente que sabe lo que quiere desde una edad temprana, mientras que muchas personas se pasan la vida sin ninguna motivación en particular.

A Leo Cubiella le vino todo junto al promediar la adolescencia: el arte y la identidad se conjugaron de manera vertiginosa y, cuando se quiso dar cuenta, se había convertido, a sus 29 años, en un referente de su generación. Y también, hay que admitirlo, en una bandera.

Pero el símbolo que su persona encarnó fue también una etiqueta, un sello que supo sacudirse a tiempo para reinventarse, avanzar y ser feliz. Veamos cómo fue que se dieron las cosas.

 

 

Sobre pérdidas y encuentros

Leo se inició en el tango bien entrado en la adolescencia, pero su despertar milonguero se fue dando junto con su salida del clóset. Nació biológicamente mujer, pero desde chico supo que no encajaba en lo femenino:

«Hace poco recordaba cuando me encerraba en el baño y me ataba el pelo, porque en mi casa no me dejaban cortármelo, y me miraba al espejo imaginando que cuando fuera grande iba a ser un chabón. No me imaginaba creciendo como una mujer».

Leo empezó estudiando guitarra e incluso tuvo una banda de rock. A los 17 entró al Conservatorio de Música Luis Gianneo, donde terminó inclinándose por la flauta traversa. Estudió unos años en el Instituto del Profesorado de Arte Adolfo Ábalos, en la carrera de Música Popular, pero sería una tragedia familiar lo que lo llevaría por el camino del tango:

«Mi mamá estuvo muy enferma cuando yo era adolescente y estaba internada en el Hospital Italiano de Buenos Aires. Entonces, entre visita y visita, tenía mucho tiempo libre. Una noche fui a sacar una entrada al Teatro Colón, para lo que hubiera, porque quería ver el tema de la famosa acústica de la que tanto se habla. Justo me tocó la orquesta de Rodolfo Mederos. Ahí dije: “¿qué es este instrumento del demonio, que ni sé cómo se llama?”. Ahí empecé a darme cuenta que conocía un par de tangos, pero no lo tenía conceptualizado como género, y a raíz de eso me volví loco con el bandoneón, aunque tardé años en poder acceder a uno».

La mamá de Leo falleció cuando él tenía 16 años, y recién pudo adquirir un bandoneón a los 20. Por casualidad, alguien le dijo una vez que en Mar del Plata existía el IPA Adolfo Ábalos y que allí había un bandoneón disponible para los que querían aprender. Fue su primer amor.

Así fue como una pérdida trajo un encuentro: el de Leo con un viejo Doble A. Trabajando como portero de edificio, con el tiempo Cubiella pudo comprarse su propio bandoneón, al que llama Pachorrita, «porque tiene esto de que hay que tironearlo para que funcione, para que respire». Con él empezó a tocar cada vez más y, a medida que avanzaba con el instrumento, se le fue dificultando conjugar las clases con las giras y conciertos. Acabaría dejando la carrera, pero no el tango: era ya un camino sin retorno.

En un momento, Leo fue convocado por la pianista marplatense Graciela Tonier, que era docente del Conservatorio.

«Con ella aprendí un montón. Fueron mis primeros shows más organizados, con alguien con mucho más oficio. A raíz de eso, y de las herramientas que fui consiguiendo, empezó a salirme un montón de laburo, ya más profesional».

La calle fue otra instancia formativa. En Argentina y en Europa, el contacto directo con el público le brindó una nueva perspectiva:

«Ahí se me abrió otro universo, que me hizo viajar un montón y me enseñó mucho de manera completamente inesperada».

 

 

Le chique del bandoneón

La figura de Leo crecía a pasos agigantados, pero había algo que todavía faltaba resolver, algo importante. Por entonces, él todavía era ella y se llamaba Mailén, «la primera bandoneonista mujer». Con ese rótulo era presentada siempre, en todos lados.

Por un lado, eso fue positivo. Le abrió muchas puertas y su irrupción en el ambiente tanguero se convirtió en una bandera del movimiento feminista. Pero, por el otro, Mailén quedaba cada vez más encasillada:

«Yo les pedía que, por favor, no me presenten como la primera bandoneonista mujer. Quiero que alguien me diga: “tocaste bien”, “me gustó el segundo compás del tema tal”. Terminaba de tocar y a todo el mundo le decían: “ché, qué bueno el arreglo que hiciste” y a mí me decían: “¡ay, una mujer tocando el bandoneón” y por eso les pedía a mis propios compañeres que, por favor, paren de presentarme de ese modo».

La fama de Mailén Cubiella fue creciendo y aquella bandera, motivo de orgullo al principio, empezó a parecerse cada vez más a una etiqueta:

«Llegó un punto en que eso me hizo entrar en una crisis total y dije “¡basta de esto, voy a salir del clóset, porque si no voy a cargar con esta piedra toda la vida!”. El detonante, entonces, tuvo que ver directamente con el ambiente del tango, aunque no quiera decir que la raíz esté ahí.»

Lo cierto es que desde que Mailén empezó a autopercibirse y a presentarse como Leo, su sexualidad dejó de ganarle protagonismo a su música:

«La realidad es que sufrí muchas más situaciones de discriminación siendo mujer que siendo trans. Muchas más. Abismalmente más. Es muy difícil, todavía, que se genere un respeto profesional hacia una mujer. Siempre, primero, tenés que pagar un derecho de piso mayor».

 

 

Mar del Plata, nuevos aires

Hoy, Leo Cubiella es uno de los referentes de la Asociación por un Mundo Igualitario, una organización marplatense sin fines de lucro que lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+, pero, además, es une de les músiques de tango más solicitades de la ciudad.

Leo ocupa su lugar en la fila de bandoneones de la Orquesta Típica Rayuela, dirigida por Pablo González, la única que ostenta un 100% de arreglos propios. Entró supliendo a Francisco Ciprián y hace tiempo que es ya titular en la formación.

También lleva adelante un proyecto junto a la cantante Rocío Baraglia y a la pianista Luciana Cabeza, un power trío tanguero con aires de banda de rock.

Además, conforma un dúo con el célebre pianista, compositor, cantante, arreglador y letrista Luis Reales, con quien, en 2019, participó del Festival LatinoAmericanto de Medellín y del Festival Internacional de Tango de Pereira (nota para el lector desprevenido: en Colombia el tango es una pasión de multitudes). Este año han sido convocados nuevamente, por lo cual Leo y Luis se preparan para llevar un espectáculo diferente, adaptado a los gustos tangueros del país cafetero.

«A Luis le debo mi formación en armonía. Con él aprendí mucho, además, de estilos y formas de tango.

Todos los jueves en Vespa Bar (Hipólito Yrigoyen 2775), el dúo Cubiella-Reales desacraliza el tango, combinando la experiencia y el talento con la espontaneidad y la interacción auténtica con el público, a micrófono abierto.

Cuando Leo vuelve a su casa, cargando con Pachorrita, el espejo le devuelve la sonrisa».

Esta entrevista fue realizada en un café, Funes y la Vía, tomando limonada bajo el sol matinal de un verano marplatense. No sonaba tango de fondo. Estaba implícito, en el aire.

 

 

Seguí a Leo Cubiella en las redes sociales:
Facebook: Leo Maiki Cubiella
Instagram: @leo.maiki.cubiella