Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Menu +

Arriba

Top

19 abril, 2023

El imperio de las sensaciones – Entrevista a Martín Reyna

Por Margarita Gómez Carrasco

El imperio de las sensaciones – Entrevista a Martín Reyna

Desde 1992 el artista Martin Reyna vive y crea arte en París. Su carrera comenzó cuando estalló la guerra de Malvinas; de esa época dan cuenta sus obras del primer período de su producción artística, son un registro visual de lo que vivió el pueblo argentino y que jamás olvidará. Desde entonces, Martín Reyna no ha parado de producir pinturas. Los grandes formatos se despliegan con una fuerte presencia, son un universo de sensaciones que se presentan ante los ojos y los sentidos de un espectador sensible; los colores son mucho más que un efecto cromático, son generadores de emociones como la música y la poesía que a veces evocan la belleza.

Para saber más sobre su proceso creativo, viajé el año pasado para entrevistarlo en uno de sus talleres, ubicado en un bohemio barrio parisino.

 

Seguramente ya te han hecho esta pregunta, pero no puedo dejar de hacerla: ¿Por qué elegiste París?

Me invitaron a hacer dos exposiciones en París en el año 1991 y vine para hacerlas. No era un viaje en el que yo aspiraba a instalarme o a quedarme a vivir. Vine por dos meses, así que hice las exposiciones y volví a la Argentina… pero no sé… de a poco empecé a volver a París.

 

Pero no con la idea de quedarte…

Nunca. Ahora, por ahí, tampoco. En realidad, cuando voy a la Argentina yo no sé si voy o vuelvo, y cuando vengo para París yo no sé si voy o vuelvo. Nunca tuve una idea de quedarme. Lo que pasa es que los acontecimientos de mi propia vida me hacían estar más tiempo en París. Poco a poco me daba cuenta de que necesitaba estar más tiempo acá que en otro lugar, y que también me podría haber ido a otro lugar. En ningún momento tuve el proyecto de decir: «me voy a quedar». Ahora ya estoy aquí. Pero no fue una cosa pensada. Pero mi vida fue así en todo, en la pintura también. Yo nunca tuve proyecto de ser pintor.

 

 

¿Y cómo fue tu formación de artista?

Muy informal. No tuve una formación académica. Tuvo más que ver con encuentros, con artistas, con talleres compartidos…

 

Entonces, a partir de esos encuentros, fuiste atravesado por el arte.

Sí, porque tampoco sabía si iba a dedicarme a la pintura. En la primera época, me gustaba escribir y escribir teatro y hacer algunas performances o algunos videos, y a la vez pintaba. No sabía muy bien qué dirección podía llegar a tomar lo que estaba haciendo. No tenía ni la menor idea. Lo de París fue muy parecido. Lo usaba como ejemplo de que me dediqué a la pintura de una manera imprevista y me quedé a vivir en París de una manera imprevista, también. Imprevista en el sentido de que no lo hice como un proyecto de vida. En la medida que me fui dedicando a la pintura, lo fui eligiendo, y en la medida que me fui quedando en París, lo fui eligiendo también. Pero no lo tenía a priori como una especie de organización para el futuro. En aquella época, ni la pintura ni París fueron dos cosas importantes en mi vida, pero el hecho de ir mucho a la Argentina también me ayudó a vivir en París y a hacerla importante, igual que la pintura. Supongo que si hubiera nacido en el siglo xix, que era más difícil… no sé si lo hubiera hecho… Saber que yo volvía a la Argentina un poco cuando tenía intenciones o posibilidades, pero que por ahí se daba por exposiciones o por… no sé, eso fue lo que me ayudó a quedarme en París.

 

 

Una parte de tu trabajo la pensaste y desarrollaste en el sur de la Argentina, ¿fue en Bariloche?

Una parte, claro. Hay toda una parte que tiene que ver con la naturaleza y con una especie de referencia a la naturaleza en la Argentina. También últimamente lo ensanché un poco y hay otros destinos naturales en los que yo trabajo, pero el de la Argentina es permanente. Creo que tiene que ver con mi familia de origen, también, porque está instalada en un lugar donde la naturaleza es espectacular, que es la Patagonia.

 

Siempre hay algo para decir de esos orígenes…

Sí, creo que sí, que uno ya definitivamente queda marcado por su infancia. Me parece, ¿no? Pareciera que el desarrollo de la vida es como una especie de despliegue de lo que la infancia cocinó. Entonces, para mí, sí, el lugar de origen sigue siendo importante, pero me muevo por muchos lugares y me gusta estar fuera de la Argentina. Aprecio mirar a la Argentina desde afuera, porque… no sé. No es una comparación, pero es como si estuviera siempre viendo qué hay adentro y qué hay afuera, y qué hay adentro y afuera de Francia también, en un punto. Me gusta mucho ese ojo relativo en relación con los lugares. En definitiva, me gusta mucho estar en Europa también. Cambia el sabor muy rápido…

 

Damier, 98 x 150 cm. At. Murat, Atelier

 

Y París ¿es tu plataforma de despegue?

Claro, te vas a Bélgica o te vas a España, y está todo muy cerca, y los sabores cambian tanto, que esa especie de movimiento, circularidad, dentro de Europa me gusta. Y el estímulo de la historia del arte. Pero siempre yendo a la Argentina y viniendo para acá, es como un movimiento, en definitiva, lo que nos hace que estemos…

 

¿Cómo una banda de Moebius? Un dentro y un afuera, que va y viene y que además tampoco termina. No tiene ni principio ni fin…

Puede ser, no lo pensé así. Algo que está en circulación permanente. A mí me da la impresión de que, si uno se queda quieto, si me quedo quieto, se detiene lo que quiero decir. Últimamente me di cuenta incluso de que yo leo mucho, pero que necesito estar sobre algún vehículo, sobre un avión, o sobre un tren, que leo mucho menos estando estático. En los viajes leo un montón, en los viajes de avión. Entonces, digo, será ese mismo movimiento que me estimula a la lectura misma, que es una actividad totalmente pasiva, pero, sin embargo, uno está arriba de algo que se está moviendo…

 

 

Bueno, estamos sobre una esfera, la tierra, que se está moviendo y pocos lo perciben.

Exactamente, estamos arriba de un gran movimiento. Entonces me parece que el hecho de confirmarlo me sirve para lo que quiero hacer. Me vuelve con más deseo de hacerlo. Me convierte en alguien con más ganas…

 

Somos viajeros del espacio…

Es eso, es eso. Ya estamos viajando antes de empezar a viajar.

 

Hay unas palabras que has dicho en una entrevista y me quedaron resonando: «no cedo». Y entonces he pensado, ¿cómo es que no cede? Porque se supone que, en la vida, todo el mundo está negociando todo el tiempo y está cediendo. El contexto de esa frase no tiene importancia para mí en este momento, solo hice ese recorte para que me des un ejemplo sobre qué cosas no cedes.

(risas) No sé en qué contexto la usé, pero estaba pensando, sí, por ahí, en las cosas que quiero hacer. Básicamente, en la pintura. Cuando dijiste «no cedo» me quedé pensando en esta frase, en esta especie de máxima del psicoanálisis como de no ceder frente al deseo. Y me quedé pensando más que nada en la pintura; esa cuestión de la pintura que «no se puede ceder». Había una frase de Picasso muy divertida que decía «la pintura resiste siempre». Entonces, frente a algo que tiene semejante resistencia, para continuar, no podés ceder. Es como el lugar máximo de ese no ceder. Yo me sentí abatido por la pintura un millón de veces en mi vida. Y todavía no entiendo cómo es que no renuncié frente a esas derrotas históricas, algunas que me han dejado en estado de depresión, y todavía me sigue pasando…

 

 

¿Y qué haces cuándo no ves la obra que quieres hacer?, porque eres un arquitecto, en algún sentido, ¿no?

Cuando no la veo… Fundamentalmente, cuando no la veo es cuando termino algún proyecto que me llevó mucha energía, entonces me siento completamente vaciado de la posibilidad de retomar algún otro. Y cuando, aparte, me doy cuenta de que tengo ganas de pasarla mejor sin la pintura. Muchas veces me pasa… Entonces digo, me la quiero sacar de encima, y no se puede. Es como que me agarra de traición. Por eso, cuando decías no cedo pensaba un poco en esa especie de relación en la que yo no cedí hasta ahora.

 

¿Y cómo vas con el mercado del arte?

En general, vendo más o menos lo que necesito vender, porque también sucede que me gusta mucho rebelarme contra el mismo lenguaje que voy adquiriendo. Entonces, en la medida en que voy atesorando algo, quiero ver para dónde me escapo. Pero no lo hago de una manera forzada, lo hago porque realmente digo bueno, esto ya está hecho y me voy a aburrir si lo hago de nuevo. Entonces trato de buscar vías, y en esos vericuetos, en esas nuevas vías que trato de buscar, muchas veces me quedo muy seco, me quedo realmente sin ninguna posibilidad de seguir. Podría ser más fácil si yo dijera bueno, continuaría con esto, pero en cuanto no tengo más ganas de hacerlo, no lo hago. Nunca hice la pintura por obligación. En general, busco desde qué lugar hacerla, porque hay algo que me manda hacerla; algo interno, alguna sensación interna o externa, algo de la percepción, algo de la percepción de los lugares. Justamente, por eso busco lugares muchas veces. En cuanto veo un lugar que me interesa en términos de estímulo lo que quiero es pintar, ahí, en ese lugar. Puede ser interior o puede ser exterior…

 

 

¿Qué nos puedes contar a cerca de las pinturas sobre papel, esas gigantes que expusiste en una galería argentina?

Yo empecé a pintar mucho al aire libre ya hace bastante. O sea, empecé a pintar acuarelas chiquititas en el estudio acá en París, en una época de mi vida en la que ya pintaba hace mucho. Yo pintaba al óleo o al acrílico sobre tela, cosa que sigo haciendo. Pero en un momento comencé a pintar acuarelas, eran de este tamaño, mínimas…

A mí lo que me interesaba era ver qué pasaba entre el color y el agua. Por eso nunca aprendí la técnica de la acuarela. O sea, después saqué la acuarela y empecé a pasar a unas tintas, por una cuestión de color, de paleta, que me interesaba más, de colores más intensos. Pero lo que yo buscaba era la relación del agua con el color. Y ahí, bueno, la acuarela viene muy bien para empezar. Y en un momento llevé eso a una gran escala. Los primeros tenían dos metros, porque, claro, la acuarela tiene la tradición y la historia de ser pequeña escala, de ser una especie de boceto, de anotación, digamos, como de cuaderno, de nota. Y en un momento yo me quise rebelar contra esa idea y dije: «No, pero por qué esto…» —porque yo veía que iban pasando accidentes que me interesaban—, «por qué esto no es una obra primera». No una segunda, no una de bocetos, una obra definitiva. Entonces ahí dije voy a probar con unos papeles grandes que tenían un metro y medio por dos metros…

 

¿Qué sientes al pintar al aire libre?

Yo tengo la impresión de que cuando estoy pintando al aire libre, de algún modo, lo que me rodea se asimila en mí o en la obra, como si el papel fuera una especie de esponja de lo que está alrededor, a través de mí. Yo estaba dentro de un bosque cuando lo pinté, o sea, de algún modo toda la fisonomía formal de lo que aparece en el papel responde al lugar en el que yo estoy. La relación es muy directa.

 

 

Hablemos de las instalaciones.

Son instalaciones de pintura. Yo pinto los papeles en tamaño enorme… Generalmente, los rollos de papel tienen diez metros. Uso esa medida para pintar, y después instalo esos mismos papeles, por eso lo llamo instalación. Los instalo en el espacio donde el papel ondula. En la próxima instalación, quiero tener otra propuesta de espacio, otra propuesta, incluso, de color, pero lo que tengo pensado es que intervenga el papel en el espacio. Pintar al aire libre también me parece fundamental. Porque en estas dimensiones prefiero pintar afuera. Puede ser acá, que es un taller enorme, pero igual me siento mucho más cómodo al aire libre. Es como que el espacio se vuelve tan grande cuando estoy al aire libre porque en realidad pareciera que estoy pintando todo el espacio… O sea, cuando vos desenrollás diez metros en el medio del campo o en el medio de la Patagonia… es muy chiquito ese espacio, pero vos en la cabeza estás usando el espacio de todo lo que estás viendo, que es enorme. Es un espacio absoluto, al menos para la percepción. Cambia mucho, para mí, pintar afuera que pintar adentro. Adentro es como esta segunda parte que me gusta, pero se vuelve más interior, se vuelve incluso más subjetivo. Es como si adentro, uno pintara más lo que uno tiene adentro, y afuera uno pintara más lo que uno ve afuera. Me da la impresión, es una cosa bastante general lo que te digo. Después, cada vez que uno se pone a pintar, pasan cosas bastante específicas.

 

¿Cuáles son los proyectos para este año?

Una exposición acá en París. En realidad, lo que quiero hacer es esa instalación, más o menos en mayo o junio, que me va a llevar bastante trabajo, porque todavía tengo que elegir los lugares donde voy a pintar, ver los tamaños, ver qué es lo que voy a proponer… Y después el montaje, que es bastante complejo, cuando pongo los papeles dentro del espacio. En la Argentina trabajé con la Galería del Infinito, y en colaboración con Julián, que es el director. Él es muy fuerte en términos de montaje y soluciones para colgar, y es el que tuvo la idea de poner los papeles para que, de que algún modo, floten en el espacio. Entonces, quiero buscar otra versión de ese mismo concepto.

 

 

Me despido de Martin Reyna, he quedado pensando en sus obras, en los modos de comprender la realidad que este artista nos presenta. Hago hincapié en el color como un elemento transformador del pensamiento a través de la historia.