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26 octubre, 2015

«No me interesa agradar o ser comercial»

«No me interesa agradar o ser comercial»

Entrevista a Adriana Cora

Por Agustina Sarni y María Fernanda Noble

La obra de Adriana Cora nos remite a repensar el concepto de la imagen basada – según Walter Benjamin-  en la reproducción técnica a través de la fotografía. Sin embargo, más allá de conducirnos a meditar sobre la sociedad de la imagen que conlleva a las del espectáculo y del consumo, nos detendremos en la imagen como escenificación a través de siluetas fusionadas con el paisaje, otras veces desmembradas, censuradas, que habitan como Imago en la mente de la artista. En la serie  Cuerpo como territorio, nos presenta un lugar desconocido aun por las mujeres, metaforizado en cuerpos fantasmagóricos representados como tierras lejanas, solitarias, resquebrajadas, otras veces fecundas y exuberantes pero sobre todo misteriosas. En nombre de El Gran Otro entrevistamos a Adriana, para entrever el fundamento de su producción artística.

¿Cómo empezaste en el mundo del arte?

Empecé paralelamente al colegio primario, asistía a una escuela de arte experimental para niños donde hacíamos pintura, cerámica, dibujo, expresión corporal. Y a mí lo que más me gustaba era la pintura, también hacía cerámica pero solo para tener el pretexto luego de poder pintar las piezas. Tiempo después, mientras estudiaba diseño de indumentaria, me sentí muy cansada y decidí tomarme un año sabático. En esa época, creía que quería diseñar telas y fui a hacer un taller para ablandar la mano y a partir de ahí, no pude parar. No tengo formación académica en arte pero siempre asistí a cursos, talleres, clínicas y demás.

Mi plan es dedicarme cada vez con más compromiso al arte, no desde el punto de vista remunerativo de la profesión, sino con el compromiso de sacar la tripa, de que lo que haga me atraviese y pueda volcarlo. Trato de hacer una obra comprometida.

 ¿Consideras que tiene etapas tu producción artística?

Creo que si, pero al margen del medio de expresión que uso ahora. Yo comencé con la pintura, bocetaba a mano alzada, y un día estaba bocetando en la computadora, armando collages digitales, y me di cuenta que el cambio de la forma de bocetar hizo que me interese en producir en photoshop, tuve una etapa muy fuerte de ese tipo de producción donde  hacia un proceso inverso: tomaba la fotografía, la bocetaba en la computadora y luego la pintaba. Empecé a pulir este proceso y ahora desde hace un tiempo estoy por un lado usando mucho la fotografía como recurso para expresar, y desde hace relativamente poco estoy empezando a mostrar mis textos. En este momento creo que es lo que más me completa.

¿Tus obras están intervenidas digitalmente?

Si,  por ejemplo estoy trabajando con fotografías de paisajes pero que sufrieron las consecuencias de la mano del hombre. Estoy trabajando con la serie  El cuerpo como territorio con una modelo que hace una foto performace en función del paisaje y de los textos. Todo eso es un trabajo digital. Luego los textos los vuelco en calados o impresiones.

¿Cómo llegaste a producir esa serie específicamente? ¿Por qué son sólo mujeres?

 Creo que en esa producción hay algo del sentimiento de saber que estamos viviendo una época donde pareciera que ver una imagen no basta. Se necesita reforzar la idea y aportarle más información, entonces, si te quiero transmitir la idea una mujer de mediana edad, con un trayecto vivido, con vivencias típicas de haber pasado los cuarenta su mayor preocupación es su cuerpo como órgano vital que siente, por eso quiero hablar de una mujer a la que le afecta lo que tiene en su entorno, y una de las cosas que más preocupa es el cuerpo como hábitat sagrado, la casa, el entorno, el paisaje y la tierra ¿cómo lo hago? encontré la forma de transmitirlo combinando paisajes con personas. De esa forma, hablo de una mujer,  elegí esa modelo porque siento que es un alter-ego de las mujeres de mi edad, en época y vivencias. De alguna manera la que habla en esa serie es la tierra, la mujer, la naturaleza y la vida.

Para quien no conoce tu obra ¿Cómo le explicarías tus producciones?

Primeramente trabajo en serie para desarrollar una idea, siempre busco temas que me preocupan. A su vez trato de buscar que el título de la serie pueda definir mi idea, que sea explicativo, por eso elegí el título El cuerpo como territorio allí ves a una mujer, ves que su cuerpo explaya todo lo que siente, todo lo que le afecta, que siente ser un instrumento de su entorno tal vez.

¿Se podría hacer una relación con la cuestión de género que ahora esta tan latente en la sociedad?

De hecho vengo trabajando con temas de género, participé de algunas campañas con Juan Carlos Romero y hace algunos años estaba muy preocupada por el tema de la niñez. Hice una serie que se llama La mala educación y pensado y repensando esta idea noté que se relacionaba con el tema de la mujer, que los niños son en  primera instancia dentro del núcleo familiar los primeros que sufren la violencia hacia la mujer, ya que proyectan. A partir de esto empecé a meterme en el tema de la violencia de género participando en campañas, algunas que vienen del exterior inclusive, como en Colombia, donde la violencia es un tema muy serio, donde las mujeres asumen que determinado grado de violencia está bien; así que considero que tiene mucho que ver con todo esto aunque específicamente esta serie es género porque es una mujer, porque quien habla es una mujer, no busco darle un enfoque de violencia de genero.

Tienes una serie que se llama Ausencia ¿Qué podes contarnos sobre ella?

Esa serie se remite al día que me di cuenta que cuando viajaba, sacaba fotos de gente no de paisajes o lugares turísticos, y lo que me interesaba dentro de las grandes ciudades a las que fui era mostrar la soledad del individuo dentro de ellas. Eran fotos donde había gente muy sola, desconectada, entonces busque abstraer un poco al individuo y use pixeles en representación de la ausencia. La serie trata básicamente eso, la ausencia del individuo dentro de las situaciones urbanas, es melancólica a pesar de que tiene color.

¿Cómo describirías en líneas generales tus producciones?

Hablar de uno mismo y del trabajo de uno es difícil. Ser objetivo con uno mismo es complicado porque siempre uno se sobrevalora o subvalora. Una vez, una persona que me conoce mucho me dijo que ve mi trabajo como un reflejo de las cosas que me preocupan a mi. Yo creo que es así, mi trabajo habla de lo que me preocupa, de lo que me concierne, de lo que me atraviesa. Tengo una cosa romántica de pelear por ciertas causas y creo que lo puedo hacer de esta manera, o intento hacerlo de esta manera. Mi trabajo me representa y me define si quieren conocerme. Mis obras son un pantallazo de las cosas que me llaman la atención y me preocupan, no me interesa hacer algo con la intención de que agrade o sea comercial.

¿Cuáles son tus referentes nacionales e internacionales?

Me gustan mucho las obras de las mujeres contemporáneas. La artista que más me gusta es Ana Mendieta, me parece súper interesante y me gusta también esta protesta dura de Bárbara Kruger. Esa línea de artistas modernas y contemporáneas me gusta mucho. Admiro mucho el trabajo de Juan Carlos Romero, conocerlo me dio una perspectiva muy interesante. Entendí que él hace resistencia en cada acto de su vida, él es un hombre que tiene una sala completa en el Museo Reina Sofía pero a la vez es feliz pegando afiches en la calle al lado mío. Ese es el tipo de artista referencial.

Hay una serie de lenticulares que se llama Incomunicados donde a ningún modelo se le ven los ojos…

Esa serie fue un trabajo que empecé en el 2009, donde tuve preocupación por un determinado tema, en ese momento se dio una explosión en las redes, con interacción en Facebook, Twitter, una exposición total generada por las redes sociales. Un día, estaba en una muestra en Miami donde a nadie le importaba mucho lo que se estaba mostrando y donde lo que importaba era sacarse la foto, la selfie y subirla a las redes. La idea principal era que el ciber-espacio validara tu existencia, no importaba que tuvieras trece años y todavía tenías que crecer. En todo esto vi un delirio por la estética y por el modelo de lo que uno no es y esta cosa de la despersonalización siguiendo un ideal estético inexistente. A través de esta idea hice un trabajo digital en el que me di cuenta de cómo eran las fotos típicas, con las poses típicas que usaban los chicos y las chicas. Empecé a ver soft-porn y me di cuenta que los adolescentes simulaban esta imagen. Bajé esas fotos de soft- porn, y las mezclé con fotos de personajes de mi entorno a través de photoshop. Para aludir a esta cosa personal de la incomunicación hice ese juego de pixeles y cuadraditos. El trabajo lenticular da un efecto flipp, trabajo dos o tres imágenes en la que hay una transición que justamente va flipando de una a otra. Las lenticulares son dos fotografías que se intercalan en un proceso por pequeñas banditas de cada una de las fotos y se pegan en una lenticulada que tiene un grado de inclinación, y en una posición u otra vos ves una u otra imagen, pero, a su vez, hay un efecto estroboscópico, ocular, en el que te queda la memoria de la visión del momento de transición de ambas, entonces encontras el personaje.

¿Cuánto tiempo tardas en producir una serie?

Lo que más tiempo me lleva es definir y pulir lo que quiero hacer, casi todas mis series tienen un texto soporte que explica el concepto poéticamente.

También tenes una serie que se llama Hidden…

Son mujeres bajadas de internet, mujeres ocultas detrás de barras rojas, están bastante vinculadas a la violencia de género y la idea de no respetarse y cosificarse. Por eso les puse barras rojas a estas mujeres hermosas. Hay muy poca gente que ve la violencia que hay en esa serie, me llama poderosamente la atención que se han dado cuenta de la violencia de esta obra muchos más hombres que mujeres.

¿Por qué crees que algunas mujeres no notaron esta parte del mensaje?

Porque necesitan identificarse con un modelo.

Adriana nos conduce a cuestionar la apariencia en busca de la verdad. Su obra se centra en la construcción de una imagen singular a través de la apropiación, buscando resituar la experiencia humana, el fluir de la vida,  en un trabajo autentico, sin concesiones.