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7 abril, 2014

Nomofobia: un nuevo malestar en la cultura

por Analía Dobrov Vasilieff
Fotografía: Nottinghack Creative Commons

 

 Nomofobia proviene de las palabras en inglés no mobile phone phobia y hace referencia al miedo intenso a estar sin el celular. Esta fobia se presenta cuando el sujeto se olvidó el celular en su casa, la batería está agotada o si no hay señal para la conexión a Internet.

Nomofobia es una palabra nueva que designa una situación propia de este momento cultural. Este miedo intenso a estar sin el celular es vivido por el sujeto con mucha ansiedad y llega, en algunos casos, a francas situaciones de estrés. Este malestar mueve al sujeto a volver a su casa porque olvidó el celular, o lo hace buscar desesperadamente un cargador o un sitio donde enchufarlo, y también es capaz de hacer todo tipo de movimientos con el brazo en alto para hallar señal.

El celular adquirió en este último tiempo una dimensión de objeto necesario, indispensable para la vida, como una extensión de nuestro cuerpo. Ya no podemos salir de casa sin él porque algo nos falta, es como si nos sintiéramos desnudos.

Hábitos para habituarnos

Los hábitos generan rutinas que favorecen un ambiente en el cual los horarios y las tareas funcionan organizando el día. Resulta imprescindible crear hábitos para organizar la vida, tal como sucede con los bebés y los niños pequeños. Crear y delimitar un espacio y un tiempo para una actividad establece, en consecuencia, la creación de un otro espacio, por fuera de este, con otra finalidad. Si hay un horario para dormir, existe, por lo tanto, un otro espacio de tiempo que destinamos a actividades diurnas.

Si por las noches dejamos el celular encendido ―sea porque lo usamos como despertador o no podemos apagarlo― y escuchamos alertas y avisos de mensajes, claramente no estamos teniendo un verdadero descanso. El sueño es necesario para poder desempeñarnos en la vida diaria, y el sueño interrumpido influye en la calidad y el tipo de reposo que logramos alcanzar. Sería productivo adquirir el hábito de dejar descansar el celular por las noches, apagarlo.

Otro hábito que podemos instalar en nuestras vidas es colocar el celular en otro sitio cuando estamos comiendo. Por un lado, para mantener un espacio libre de la atención a lo que sucede en el mundo virtual y, por otro, para no mancharnos la ropa cuando comemos porque utilizamos el dispositivo móvil a la vez.

El límite que posibilita

Cuando un espacio se crea, delimita, a su vez, otro espacio, y permite al sujeto instalarse allí. Si estamos la mayor parte del día con el celular, mirándolo, agarrándolo, manoseándolo, no permitimos que exista un espacio ni tiempo subjetivo que no esté impregnado de estas actividades.

El uso constante de los celulares provoca un continuum, un estado sin interrupción ni corte alguno, porque no hay momento del día en el que podamos desprendernos ―al menos por unos instantes― de nuestro celular. Está siempre con nosotros, en el bolsillo del pantalón, en la cartera y, últimamente, en la mano.

Estar pendientes siempre del celular y tocar la pantalla cada pocos segundos para asegurarnos de que no entró ningún mensaje ni aviso genera tensión y ansiedad. Hay casos en los que el sujeto se pone en riesgo, a sí mismo y a los demás, al enviar mensajes mientras conduce o camina por la calle sin levantar la vista del celular.

La puerta hacia lo virtual

La vivencia subjetiva en relación a lo que se postea en la web habla de cierta ilusión. Parecería que el sujeto es quien crea el acontecimiento virtual, porque cuando lo percibe le otorga existencia. No es nuestra percepción de un hecho que ocurre en el mundo virtual ―sea un tweet, un post en facebook o un mail― lo que le da existencia, es decir, no por leer el post este comienza a existir. Seguirá ocurriendo, lo veamos en ese mismo instante o unas horas después. Existe independientemente de nuestra visualización o lectura, por eso es interesante recordar ―sobre todo en los momentos de ansiedad por abstinencia de tecnología― que el mundo digital está constantemente abierto y solo depende de nosotros cuándo queremos abrir la puerta para entrar a él… y cuando deseamos cerrarla para volver a habitar en el mundo no virtual.