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1 junio, 2017

«Siempre estoy necesitando un desafío» Entrevista a Eva Shin

«Siempre  estoy necesitando un desafío» Entrevista a Eva Shin

Por Cielo Serra

Escribe Jean-luc Nancy «las artes nacen de una relación mutua de proximidad y exclusión, de atracción y repulsión, y sus obras respectivas actúan y se sustentan en esa doble relación» en relación a esta tesis, entrevistamos a la artista multifacética Eva Shin, quien realiza obras de arte anticuadas a la tecnología, la pintura, la poesía, el grabado y el video.

¿Cuándo apareció tu vocación artística?

Creo que ya desde la primera infancia tenía una inclinación marcada hacia las artes y yo diría a las artes porque también con la música. Pero creo, como si uno hablara de una decisión o una revelación, cuando tenía 14 años que empecé a pintar, tuve como una inquietud. Estaba leyendo mucho en esa época. Y creo que necesitaba como una forma de expresión, una forma de catarsis. Pero bueno, ahí empecé. Faltaba al colegio para ir a ver muestras, me rateaba (risas).

Bueno bien, fue una rateada con un buen sentido…

Si, yo no sabía, pero sí, después tuvo mucho más sentido. Julio Le Parc fue la primera muestra que fuí a ver, me acuerdo. Pero fue así, en realidad como que desde muy chiquita había una inclinación y después fue como poniéndose más serio.

¿Por qué elegiste o te orientaste al arte con la tecnología?

Hay algo que tiene que ver con los procesos personales, siempre estoy necesitando como un desafío, a veces es de estilo o de contenido, de ir modificando o elaborando esas cosas. Y creo que tuvo que ver también con los tiempos, los tiempos de trabajo, del proceso creativo; y lo digital tiene esto. No es que uno tarde menos en hacer una obra, porque si yo pienso en cuanto uno tarda en hacer una obra podría decir toda la vida. Una obra en particular es una sumatoria de experiencias y cuestiones. Pero había algo ahí en la tecnología. La prueba y error también, la posibilidad de ir cambiando en la marcha, que no me pasaba con la pintura. Que tenía eso también, que era interesante de la pintura, que a veces estás como muy apasionado por una idea, la llevas y arruinaste el cuadro.

De hecho en su momento, cuando pintaba más, había generado como una serie que era agarrar desastres (que yo consideraba desastres) de mis trabajos y trabajar sobre el desastre, insistir. Porque tiene también que cuando te pasas del otro lado, de lo que uno piensa que tiene equilibrio, composición y todos esos elementos, es muy difícil volver.

Lo digital tiene eso muy atractivo, la posibilidad de hacer muchas pruebas. De lo que pensás llevarlo a la imagen.

Si, también te acorta un poco los tiempos…

Sabes que si lo pienso un poco más, nose si acorta los tiempos, es larguísimo el tiempo. Porque también la mayor cantidad de posibilidades es más tiempo de decisión. Pero también mi relación con la fotografía fue importante ahí. Más o menos, a los 14 años también agarré por primera vez una cámara analógica. Y después, cuando apareció la computadora en mi vida, la cámara tenía un lugar muy importante, y empecé a desarrollar imágenes con eso, y a editarlas.

Pero bueno, por el tiempo y a la vez no, porque en realidad sigo ocupando todo ese mismo tiempo que ocuparía pintando un óleo. Pero tiene estas posibilidades, de muchas pruebas. Y básicamente, de poder ir viendo lo que pensás. Más allá de que cuando estás haciendo lo que pensás, también se modifica.

Y también hay un tiempo del que mira, que también es modificado con el tipo de trabajo o la plataforma en la que uno muestra las cosas. El tipo de concentración, el tipo de la relación.

¿Cómo ves al espectador en relación a la tecnología en ese sentido?

Y… la gente tiene mucho menor poder de concentración, las cosas tienen que llegar más rápido, nadie quiere perder mucho tiempo. En las plataformas sociales, de hecho, la foto tiene mucho más llegada que el video.

Si tenés que elegir una obra que te represente, ¿cuál sería?

Elegiría la que todavía no hice, seguro. Por un lado, como de experimentadora, y por otro lado un poquito como troll de mi vida (risas). Que no me gusta quedarme quieta, creo eso. Pero pienso que en realidad lo que más me representa es lo que no hice. Todo esto son como pasos. Ahora me identifico mucho más con la muestra actual, que es YA, mi presente más presente.

¿Cuáles son tus referentes y por qué los elegís?

Tengo un montón, y de distintos rubros del arte. Un artista que me pegó muy fuerte en su momento fue Duchamp, porque ahí descubrí un arte que no era básicamente pictórico, el arte conceptual. Para mi fue todo un universo.

Me gusta mucho Clarice Lispector, es una escritora brasilera. El último libro que leí de ella se llama El libro de los placeres, es muy interesante porque tiene una manera un poco subversiva de escribir. De hecho, la pequeña novela empieza con una coma. Y la forma de escribir y de expresar esos sentimientos y emociones es muy particular, muy poético pero a la vez muy racional. Me gusta mucho ella, vi algo muy personal ahí que descubrí.

¿Puede ser entonces que te identificás con la ruptura en el arte o el cambio drástico en el mismo?

Si, un poco me gusta el descontrol. El no pertenecer.

¿Y sentís que tu obra representa algo así o va por ese camino?

Claramente, intento. Intento hacerlo incluso con lo que ya está estructurado en mi. El arte es siempre una construcción hecha sobre el pasado, sobre la historia. Lo nuevo por ahí es una mirada. Más que la estética o la plataforma, para mi el pensamiento es lo que va adelante del tiempo, de la guardia.

Volviendo a mis referentes también, en música hay muchos… Yo tengo como un pasado de música clásica, toque 10 años el piano, desde los 4 a los 14. Y hay músicos increíbles. Bueno, hablando de una cosa más futurista está György Ligeti. Tiene una obra ejectudada por una orquesta, lo escuchás y es algo espacial. Bartok me gusta mucho también. Se le llama música clásica contemporánea, ellos empezaron a romper con la armonía más clásica.

Y por ese lado también hay algo tradicional, se conecta también…

Si, lo clásico y lo vanguardista en lo moderno son un poco lo mismo, es parte de la cultura. Es verdad que algunas cosas se generan sin conocimiento de otras, creo que esas duran menos en el tiempo. Será porque estamos acostumbrados a tener una línea histórica, y vernos a través de la historia.

¿Por qué el nombre Fósil?

Surgió de un libro que estaba leyendo, que fue muy raro, porque después volví a buscar el fragmento y no lo encontré nunca más. Ese libro es de Hito Steyerl, es una artista alemana japonesa, su obra está basada en la filosofía. Y hay un libro de ella que se llama Los condenados de la pantalla, y habla de toda esta situación, de nosotros, como nos relacionamos, los tiempos, el lugar del arte, el lugar de la imagen de baja calidad, el original y la copia, incluso hasta del capitalismo, muy interesante. Entre ellas y otras lecturas de cabecera, como Han Byung-Chul, un filósofo coreano también aleman que tiene un poder de síntesis muy asiático sobre una tradición filosófica muy occidental. Y a partir de ahí salió esta idea de que empecé a pensar que la obra de un artista es como un fósil hacia el futuro.

Y me encantaba Fósil porque me parecía que, entre lo que ibas a ver, que es muy digital y muy eléctrico, y nada material, hacía un contraste de la idea que uno tiene de esa palabra. Pero el significado, como más de diccionario es que fósil es un registro de algo que estuvo vivo. No existen fósiles de algo que nunca tuvo vida, y bueno lo pensé de esa forma.

Se ve algo ahí dadaísta también, o esa contradicción que lo hace distinto…

Es que siempre tiene que estar eso. Si no está la contradicción sería decorativo tal vez.

¿Hacia dónde crees que se dirige el arte contemporáneo?

Pienso que la historia es cíclica, y en este momento el arte contemporáneo es bastante abarcativo. Veo arte contemporáneo y también puedo pensar en pintura.

Sí puedo hablar de circuitos mas concretamente, como las bienales, que tienen una mirada mucho más social, es como una institución casi política. Eso sí lo estoy notando fuertemente. La Bienal sería como el primer lugar del arte contemporáneo, el museo sería el segundo.

Iría a la inclución de la mayor cantidad de gente posible, como una socialización del arte, incluir más público. Porque el arte de la galería es bastante de ghetto, siempre va la gente del ambiente, los artistas y algunos pocos interesados. Pero lo que tienen estos lugares como la Bienal, que podrían ser sinónimos hoy del arte contemporáneo, es eso, que se intenta llegar a un público mayor.

Hace poco fuí a la Bienal de São Paulo y vi eso. Es como si el texto necesitara siempre un discurso político, no alcanza con lo estético.

¿Estás a favor de eso? ¿Cómo es tu mirada más personal?

Mi mirada más personal es que yo no trabajo directamente con el discurso político. Me interesa lo universal, también me interesa el discurso estético. Y creo que en realidad cualquier trabajo que uno haga ya tiene una postura política, aunque uno no sea partidario. Todo lo que uno hace es político, incluso en la intimidad.

¿Por qué elegiste este espacio para exponer?

La directora, Celina, había pasado por mi taller en La Ira de Dios y había visto unos trabajos que le habían gustado y me invitó a hacer la muestra. Y yo he venido acá a muestras de amigos, y la verdad que creo que también vi una posibilidad, porque dentro de mi línea de trabajo era un espacio que podía ir. No hay tantos lugares en Buenos Aires que trabajen con video. Y aparte el espacio me gustó siempre.

¿Cuál es tu mensaje a través de la muestra?

Hay muchas cosas que están funcionando dentro de la muestra. Primero, si hablo de lenguaje, hay una relación entre el cine, la poesía y la pintura, incluso la escultura. Estaba tratando de poner «de novios» a la pintura y el video, la pintura y el grabado, la pintura y la escultura. Hay muchos mensajes, hay muchos textos, hay un video que son sólo textos.

Me interesan los distintos tiempos de lecturas, y la posibilidad de distintas miradas sobre lo mismo y también tratar de parar el tiempo con esta situación, de ramificaciones de tiempo.

Una de las proyecciones tiene un tiempo mucho más lento de lo que uno está acostumbrado. Es un trabajo que se llama Croma, que es una pantalla que sólo cambia de color muy lentamente.

Creo que es eso, una experiencia en mi poética, de la observación.

Además la mitad de lo que uno cree que es el mensaje en realidad es una elaboración personal del observador más allá de la intención del artista, eso creo que sigue siendo así. Y creo que es lo más interesante, sino estaríamos hablando de una fórmula matemática.

Los símbolos tienen un peso diferente en cada memoria, eso es lo que se dispara con las imágenes. Eso es mágico del arte.

Y después la materialización de la obra impresa en 3D… ahí sí paramos el tiempo, pero no la mente. Esto estuvo bien. Fue como una necesidad, que hubiese algo material, corpóreo, que cuando se apaguen las luces no desaparezca.