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16 mayo, 2013

Dentro del Palacio Noel, sede del Museo de Arte Hispanoamericano «Isaac Fernández Blanco», se encuentra una obra pictórica de autor anónimo del siglo XVIII, perteneciente a la Escuela Cuzqueña. Se trata de una «Virgen de Belén» que se presenta enigmática, de mirada distante y fría; pero, aún presentes sus rasgos europeos, nos muestra la influencia americana…

 

Por: Arq. Cristina Montalbano

 

Les cuento cuál fue el marco histórico donde surgió esta obra. A fines del siglo XVI, llegaba al Virreinato del Perú un grupo de artistas de origen italiano, entre los que destacan estos tres maestros: Mateo Pérez de Alesio, Bernardo Bitti y Angelino Medoro, todos ellos manieristas.

Los arquitectos e investigadores Teresa Gisbert y José de Mesa decían que el manierismo se caracteriza por utilizar figuras exageradas, con posturas forzadas, un tratamiento irreal del espacio, con frecuencia de efectos dramáticos, y una aparente elección arbitraria del color. En este aspecto, se anticipaba al barroco, que tendría su desarrollo hacia el año 1600.

Si bien estos artistas van a difundir su estilo europeizante, con el correr del tiempo esto va a ir cambiando hasta lograr un «mestizaje» que permitió integrar elementos autóctonos en las representaciones pictóricas. A diferencia de lo que ocurrió en México, donde los talleres de artistas europeos se caracterizaron por su cerrazón, manteniendo sus saberes dentro de las mismas familias por generaciones, en Cuzco se dio una apertura hacia el mundo indígena; de hecho, hacia el 1688 se produjo una escisión dentro del gremio de los pintores, que hizo separar a los maestros europeos de los pintores indígenas: estos artistas lograron, así, más libertad en la expresión de sus pinturas.

En el período comprendido entre 1640 y 1700, se destacan dos artistas indígenas, Basilio de Santa Cruz Puma Callao y Diego Quispe Tito, quienes van a sentar las bases de la Escuela Cuzqueña. Características de este período serán la supresión de la perspectiva, espacios rebatidos, escenarios planos, las figuras aniñadas, el uso del sobredorado y riqueza en el color; conjuntamente con grandes composiciones escenográficas, resultarán en obras copiadas de estampas e ilustraciones de libros provenientes de España, Italia y Flandes, muchas veces combinando la herencia europea con el simbolismo local.

Como dice el profesor Francisco Javier Pizarro Gómez, para cubrir la fuerte demanda de pintura religiosa, se trabajaba casi de forma industrial. No nos olvidemos que esas imágenes fueron muy importantes en el proceso de evangelización. La iconografía religiosa no era culta, sino que se representaban figuras con una fuerte carga en el mensaje, pero ricamente vestidas y decoradas al modo burgués, para el deleite visual, tanto del rico colono como del indio pobre.

Como resultado de la gran cantidad de obras producidas en tan cortos períodos, se notó un resentimiento en su calidad, así como también la permanencia en el anonimato del artista.

En este contexto surge la obra elegida para realizar nuestro análisis. En cuanto al origen de esta advocación mariana, la Virgen de Belén se remonta a los primeros siglos del cristianismo, ya que se trata de una representación relacionada con el nacimiento de Jesús (Belén en Jerusalén).

En el Concilio de Éfeso, realizado en el año 431 d. C., es proclamado el culto a María como Madre de Cristo. Pero el culto puede considerarse con anterioridad, ya que una de las más antiguas representaciones de María con el niño se halla en las catacumbas de Priscila, en Roma, que datan del siglo III.

La Virgen de Belén es una representación de María con el niño Jesús en sus brazos o en su regazo, amamantándolo (de allí que también se la considere como la Virgen de la Leche) o presentándolo para ser venerado. Esta advocación contempla a la Virgen como Madre de Jesús Niño, poniendo el acento en la humanidad, haciendo aflorar el sentimiento amoroso materno-filial. En muchas representaciones, ese sentimiento amoroso puede aparecer nublado, presentando un velo de tristeza en la mirada de María ante la prefiguración de los sufrimientos de su hijo.

En América, como consecuencia de la aculturación que provocó la sustitución de deidades autóctonas, la Virgen María fue asociada a la Pachamama, divinidad femenina que entronizaba a la Madre Tierra y al espíritu de las montañas.

Ahora bien…, les propongo hacer un breve análisis de la obra, para conocer un poco más a esta inconfundible «Virgen de Belén»…

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