DANZA
Por Eurídice Ferrara
Volar, crear otra ilusión del espacio, fluir en otra energía y danzar, es hablar de la creación de Brenda Angiel. Pionera de la danza aérea en América, la coreógrafa formada junto a los mejores maestros de la danza contemporánea en Argentina y Nueva York, nos adentra en el mundo aéreo de la creación.
De gira por Estados Unidos, Canadá, México y Costa Rica con su último espectáculo de tango aéreo, 8cho, recuerda que todo comenzó en la Argentina con su primer show en el Centro Cultural Rojas en 1995, cuando la danza no se asomaba por los centros culturales porteños. Fue un éxito, formó parte de un quiebre en el concepto tradicional de la danza. «No es danza contemporánea pura ni un show», señala Angiel. Con sus palabras nos invita a volar a su pasión: «Para mí es continuar con las reglas de las coreografías de la danza, pero traspasadas a otro mundo que tiene otras reglas. Cuando bailás colgada de la pared, tenes restricciones y posibilidades».
¿Estás recién vuelta de gira con la compañía?
Sí, estuvimos en Nueva York, una temporada de tres semanas, hicimos 24 funciones en un teatro que se llama Forty Seconds New Victory Theater en la calle 42 y Broadway. Es un teatro recuperado, de cuando se decide recuperar la calle 42 que estaba con mucho porno shop. Lo arreglaron —porque es un teatro muy antiguo— y tiene como objetivo realizar programación para toda la familia y para niños. Fue extraño cuando me lo propusieron, porque el espectáculo que llevábamos es de tango, y yo dije: «para chicos, de tango, no sé, es raro». Pero la verdad es que fue genial, se super engancharon desde el principio y obviamente el condimento de lo aéreo hace que se acerque bastante más a los chicos. Igual no deja de ser tango, otra música que no están acostumbrados a escuchar y fue bien. Era para todas las escuelas públicas; también hicimos un espectáculo para chicos con capacidades diferentes, muy variado, además de las funciones para público en general.
¿Cuándo comenzaron las giras?
En los años 97 y 98. Me invitaron al American Dance Festival, de Carolina del Norte, que es el festival más grande de danza de Estados Unidos. Fui como coreógrafa invitada, después fui a montar con coreógrafos de ahí y después fui con la compañía. Fue mi primer espectáculo en el exterior. Antes habíamos ido a Costa Rica al Festival Internacional de las Artes; a partir de ahí ya tuve un agente que nos empezó a presentar en casi todo Estados Unidos y empezamos a crecer mucho más. Hacíamos tres o cuatro viajes por año; algunos eran festivales grandes como el Spoleto Festival o funciones en lugares grandes como el Kennedy Center for the Performing Arts en Washington, que es el centro nacional de arte. Después estuvimos en Canadá, México, Chile.
¿Cómo fue tu formación?
Primero me formé aca, con los maestros que en ese momento eran los más interesantes en cuanto a técnica y de composición coreográfica. Estuve tres años en Ana Itelman. Era más bien una escuela de composición coreográfica; había estudiado con Renate Schottelius, Bellini y una camada de maestros, todo a nivel independiente, porque no existía ni una escuela de composición coreográfica de danza contemporánea, ni el IUNA. En 1998 me fui a los Estados Unidos. Estudié tres meses de psicopedagogía y me di cuenta que no era para mi.
¿Como recibió tu familia tu decisión de irte?
Yo era la niña rebelde, se suponía que tenía que ir a la universidad. Mi papá es ingeniero y mi mamá hizo varias cosas, diseño de ropa, psicología social; era como que tenía que seguir por ese lado. Cuando me fui, pensaba quedarme tres meses y no volví por tres años. Fui a una escuela, ya me había contactado con bailarines argentinos que estaban haciendo lo que me interesaba. Fui a la escuela de Nikolais, un coreógrafo de los primeros abstractos de los años 50 que tenía una teoría muy buena sobre la danza y lo que se supone que es el movimiento como arte. Tenía la visión de que la danza no necesita de otras artes, se cuestionaba el hecho de por qué la danza tiene que contar una historia, no, la danza es danza y cuenta a través del movimiento, y cuenta cuáles son los elementos que componen al movimiento y esos son los elementos de composición. Era un tipo muy inteligente, a mí me intereso mucho porque mi maestra, Ana Itelman, había estado en su escuela diecisiete años, para mí era como el maestro de los maestros. Cuando llegué a su escuela me di cuenta de que era un bebé de pecho.
¿Fue tu inspirador?
Sí. Creo que me quedaron muy incorporados todos sus pensamientos. Después tomé clases con gente más posmoderna y me pase a la escuela de Merce Cunningham, pero en esa escuela no se enseña composición.
¿Cómo es la selección de los integrantes de la compañía?
Son bailarines de danza contemporánea con una base de danza clásica, después se terminan formando en esto, que es otra cosa.
¿Qué es la danza aérea?
Para mí es continuar con las reglas de las coreografías de la danza, pero se traspasa a otro mundo que tiene otras reglas. Cuando bailás colgada de la pared, tenés restricciones y posibilidades, pero yo compongo desde ese mundo, y a partir de ahí voy creando. Para mí, es seguir haciendo danza, pero como en otro mundo, con otras reglas.
¿Qué te inspiró?
En un primer momento fue de casualidad. No fue algo que vi que me gustó. Tenía que hacer una obra, pensé en un escenario de tres frentes, una bailarina en cada uno de los frentes, que eran móviles, sin ningún frente fijo. Finalmente no lo hice, luego fui al Centro Cultural Rojas y lo creé ahí. La obra fue Tres partes y una pared, la hice en 1995. Para mí fue muy especial, porque teníamos funciones un viernes a las once de la noche en el Rojas, en un momento donde la danza no aparecía mucho. De repente, empezamos a llenar y llenar, a pesar de que no era un horario muy usual para gente de la danza. Fue un poco por casualidad, después me siguió atrapando para ver qué más podía llegar a hacer. Una cosa llamativa, conectada con mi maestro Nikolais, fue que me habían llamado para escribir un artículo sobre todo lo aéreo en un libro, recopilado por una escritora en los Estados Unidos. Tenía un prólogo de Murray, que era la pareja de mi maestro Nikolais, que incluía algo sobre la danza aérea y había una imagen de un tipo colgado. Yo no tenía ni idea de eso, y hace 5 años me entero de que él ya había experimentado en esa área. Algo había estado dando vueltas por ahí.
¿Cuál es tu pasión?
Lo que más me gusta es crear, ver las funciones cuando ya están saliendo las cosas. No me gusta la logística y la producción, pero hay que hacerlo cuando estás de gira. Me apasiona ver crecer a mis niñas, que hoy ya tienen 12 y 8 años.
¿Cómo fue unir las giras con la familia?
Mi marido siempre me apoyó muchísimo, venía conmigo cuando eran bebés para cubrir el lugar. Era muy cansador, pero son caminos paralelos. Tenés cosas con la compañía y pensás que no las vas a poder hacer, pero después cuando estás en la situación te terminás organizando, de alguna u otra forma. Si me ponía a elegir el momento para hacer las cosas, obviamente me quedaba en mi casa con la teta, pero cuando ya estaba todo de antes del embarazo, lo continuás.
De la Guarda o el Cirque du Soleil realizan acrobacias en el aire y forman parte de las artes performativas, ¿te influyeron o inspiraron en algo?
La verdad que no. Yo hice un camino muy paralelo a ellos. Siento que el único elemento que tengo en común con ellos es que pongo un arnés, pero toda la concepción del espectáculo no tiene nada que ver. Es un espectáculo de danza, esos son más megaespectáculos con una infraestructura mucho mayor.
Un llamado desde Corea interrumpe la entrevista para planificar una función para un espectáculo corporativo. Hablan de bailar en una plataforma o pared de vidrio y Angiel propone llevar a su director de música para que dirija a los músicos en vivo. Pide fotos del lugar, como en Corea son las 3 am, quedan en ultimar detalles por correo electrónico. Se rie, humilde y sin vueltas dice: «Lo ven en YouTube y me llaman para que hagamos el espectáculo de Tango Aéreo».
En la era de lo último en tecnología y del consumo, de lo ya todo hecho e inmediato, ¿cómo se hace para sorprender al público?
Más que pensar con qué los sorprendo, me engancho con una idea y pienso en qué puede interesar por ese lado. No me pongo a pensar qué puede gustar, porque a veces gustan cosas que a mí no tanto… nunca sabés. Yo no sé. A veces vamos a públicos tan distintos, que uno no puede ponerse en la cabeza del público. Yo creo y trato de sentir que lo que yo hago está bien, que me gusta. De marketing, cero, se da la creación, no hay algo armado.
¿Te consideras precursora de la danza aérea?
Creo que sí. Si bien actualmente hay mucha gente que se cuelga, no todo el mundo lo toma desde el mismo lugar, desde el lugar de la danza. No son espectáculos de danza. Ahora una compañía en Liverpool me invitó a montarles algo, ellos sí están más metidos por el lado de la danza. Estoy en un punto donde no soy ni danza contemporánea ni show. Estoy obligada a que cada coreografía que hago sea corta, porque no puedo tener a los bailarines colgados de una pared sin bajar por más de diez minutos, porque sino me quedo sin bailarines. Por eso, son escenas con principio y final, cortas. Eso no pasa tanto en la danza contemporánea, hay obras o todo un programa de lo mismo, o como mucho quince minutos, pero no hay espectáculos con dieciséis coreografías o escenas. En ese punto me parezco más a un show. Es algo intermedio. Yo creo que la gente de danza tampoco me debe considerar como del mundo de la danza, porque también llego a un público más masivo que la danza.
¿Cómo recibís esto de no ser aceptada por la academia de danza?
La mayoría de los festivales lo toman como danza, pero no es danza contemporánea convencional, hay gente que no lo va a ver como danza.
En estos últimos diez años la danza se popularizó, ¿qué pensás al respecto?
Que sea más popular está bueno. El tema es la calidad, ver cosas berretas, vacías, no me resulta agradable. Es parte de una educación. Si a la gente no se la educa —no tanto por decirle que esto es bueno o esto es malo, sino que tenga la opción de ver diferentes cosas—, si solamente se muestra esto que es comercial, fácil y chabacano, la gente se queda con eso, si no ve otra cosa. A veces, cuando ve las otras cosas que se suponen culturosas entre comillas, se aburre, porque no siempre hay un punto justo. Hay dificultad en las cosas que pueden hacer que la gente se acerque a la danza.
¿Qué opinás respecto a la proliferación de escuelas de danza de todo tipo?
La danza también es como una actividad física. Si eso le hace bien a quien lo está haciendo y lo divierte y lo conecta con otras cosas diferentes, está bárbaro. Me parece mejor que otra cosa. De todo lo que esta pasando ahora, lo que más rescato es el hip hop o break dance, hacen cosas increíbles, de nivel. Viene de los chicos de clases bajas, se da acá en Argentina y en muchas partes del mundo. Me encanta, porque para bailar, un pibe tiene que salir de las drogas y de un montón de cosas; sino, no podés.
¿Cómo ves el futuro de la danza?
Es un mundo infinito. Siempre va a haber tendencias.
Brenda Angiel Aerial Dance Company
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