Deseo, maternidad y aborto
Por Jimena Pautasso
La psicoanalista Graciela Corrao explica cómo puede pensarse esta temática desde su disciplina. Se incluye, también, la opinión de Elsa Schvartzman, integrante de uno de los organismos que militan por la legalización del aborto.
Antes de empezar a argumentar, es necesario aclarar. Adentrarse por tierras psicoanalíticas para pensar este tema, como cualquier otro, implica contar con un saber previo: uno no va a encontrarse con leyes universales ni fórmulas precisas en las que puedan caber todos los casos. Es imposible hallarlas, claro está, si hay humanidad de por medio. Es que no hay ser humano que no cargue con lo inédito, con eso que hace que uno sea uno, y sea un uno siempre original. Freud ya lo había advertido en la Conferencia 35: «El psicoanálisis no es una Weltanschauung, es decir, una cosmovisión, una construcción intelectual que soluciona de manera unitaria todos los problemas de nuestra existencia, a partir de una hipótesis suprema. El psicoanálisis no tiene respuestas para dar que abarquen a la generalidad», explica Graciela Corrao, psicoanalista, miembro de Mayéutica y coordinadora del Servicio de Salud Mental del CESAC N.° 12. «Tal posición anularía la singularidad que hace que cada persona sea única e irrepetible, tanto respecto de su constitución subjetiva como de las circunstancias históricas y el contexto que la rodea».
Tomemos ahora la situación de partida: un embarazo no deseado, la posterior necesidad de elegir, la opción de abortar. Señala Corrao que, cuando una mujer se decide por ello y lo pone en palabras frente a un psicoanalista, este no puede sino asumir un lugar específico. En ello se juega su hacer (y deber) profesional. «La posición de un psicoanalista frente a un analizante es la de anteponer su deseo de analista a cualquier juicio de valor. Ante la contracepción, es decir, la decisión de una mujer de interrumpir el embarazo, el analista no debería tener ninguna idea preconcebida a favor o en contra del aborto. Así podrá mantener una escucha lo más neutra posible, de manera que no comprometa la decisión a la que arribe la consultante, intentando que esta se confronte con su deseo, el cual es inconsciente, y lo diferenciamos del querer consciente».
Confrontarse con su deseo, entonces. Para que esa mujer pueda hacerlo, se vuelve necesario que el análisis transite (o, al menos, intente transitar) por diferentes zonas: «su posición subjetiva frente a la feminidad, la función materna y su vínculo con su propia madre, su deseo de ser madre», enumera la psicoanalista. El hecho de que esos deseos emerjan (o no) –y cabe dejar en claro que, a veces, resultan contradictorios o ambivalentes– conlleva que puedan ser revisados antes de tomar la decisión definitiva.
«Otro aspecto a tener en cuenta es el deseo de hijo, es decir, el lugar que ocupa en su economía libidinal –agrega Corrao–. Un hijo puede nacer y ser “abortado” si no es deseado por el otro que debe sostenerlo y quererlo, para que pueda constituirse como sujeto».
Muchas de estas cuestiones son las que consideran, para fundamentar sus argumentos, quienes llevan a cabo la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. «Nosotros defendemos las maternidades elegidas y no forzadas. En una maternidad forzada, el embarazo no constituye para esas mujeres un hijo. Y un hijo, en estas condiciones, entra con muchas desventajas a la vida», comenta la licenciada en Sociología Elsa Schvartzman, docente de la UBA, una de las integrantes del Foro por los Derechos Reproductivos, organización civil que, entre otras, impulsa dicha campaña.
Bien queda explicitado en la página oficial (www.abortolegal.com.ar). «La maternidad debe ser voluntaria, deseada, proyectada», puede leerse allí. Elsa Schvartzman amplía: «Cuando una mujer no construye su embarazo como un hijo en su subjetividad, es una maternidad forzada y es una obligación legal. A la única a quien se le exige un sacrificio de su vida es a la mujer; no hay ningún otro caso en donde por ley se obligue a una persona a sacrificarse por otra. Todos los actos heroicos son voluntarios; serán aplaudidos o no, pero son voluntarios. Una maternidad forzada es una maternidad que obliga a una mujer a tener una actitud heroica, más allá de sus voluntades y decisiones». Por ello es que quienes luchan por la legalización del aborto, concluye la socióloga, no hacen más que reclamar que se considere un derecho de toda mujer (porque sin dudas es un derecho) «la posibilidad de decidir sobre su cuerpo, sobre su vida, sin maternidades forzadas, por maternidades elegidas, por hijos que sean decididos cuándo, cómo y con quién tenerlos».
Nadie está a favor del aborto, y esto no se cansan de repetirlo las veces necesarias quienes militan por su despenalización. Hay que prevenir –porque se puede prevenir– para que no se llegue a esa instancia. Y por ello lo anuncian: la consigna «aborto legal para no morir» es tan solo el final de un largo lema que comienza mucho antes. «Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar», se reclama primero. Y se reclama primero, para que también primero empiecen esos cambios.
«El aborto debería legalizarse, y esto no quiere decir estar a favor de él –acuerda Corrao–. Debería ser un derecho por las consecuencias del aborto clandestino, conocidas por todos. Que sea ilegal no impide que se practique. Que sea legal no implica que se expanda su práctica».
Algo es cierto: optar por la realización de un aborto es enfrentarse –siempre– a una experiencia dura. Una experiencia que ninguna mujer quisiera protagonizar. Hay, cuando eso sucede, dolor presente. Habrá, también, dolor futuro: «El aborto es una situación grave. No se lo olvida, es un infortunio. Permanece como un dolor imborrable, en forma de fechas y cálculos de la edad que tendría el niño que nunca nació», confirma Corrao.
Las causas que pueden motivarlo son múltiples. Señala la psicoanalista que «se aborta porque no es posible, no se reúnen las condiciones normales, se sentirían culpables de traer al mundo a un “desdichado”. O el niño le impide realizarse a la mujer en otros campos. Deseos que se contraponen y parecen incompatibles. Pero la razón expuesta siempre contiene el esbozo de lo indecible. De la situación en la cual la mujer está atrapada y la supera». Por eso necesita precisar: «Las causas en general son opacas, pero se impone establecer una relación causal. Es preciso no forzar para ello un sentido».
Corrao destaca, por último, lo significativa que puede resultar su disciplina ante esas circunstancias. El encuentro de la mujer con un profesional es siempre una experiencia valiosa: «La contracepción funciona como una palabra que no se dice. Hay que tener cuidado de no caer en una interpretación salvaje y dar la oportunidad de que esa persona, ante esta difícil situación que está por atravesar, pueda ser escuchada por un psicoanalista, para intentar alivianar la culpa o revisar su intención de abortar». Más allá del resultado de la elección, la contención de quien ha elegido debe ser prioritaria.