Joaquín Fargas «La inmortalidad es un sistema vivo»
Por Margarita Gómez Carrasco
La producción artística de Joaquín Fargas incita a la reflexión, inquieta. Uno se queda con la idea de haber encontrado en su obra interrogantes que se repiten desde épocas pretéritas. Palabras como utopía, trascendencia, inmortalidad, biosfera o piel giran en la construcción poética de su arte articulado con la tecnología. Ya Homero en la Ilíada hacía hablar a Aquiles sobre la trascendencia, que no es otra cosa que batallar contra lo desconocido: la muerte.
La inmortalidad, a la cual Joaquín se refiere a través de su obra, es un sistema creado a través de la manipulación de elementos vivos; otras veces, son inventos compuestos por microelementos activados mediante mecanismos de física y biología. Por lo tanto, la inmortalidad deja de ser un concepto abstracto, una palabra repetida desde tiempos lejanos, pasa a convertirse en una implacable búsqueda expresada en proyectos de vida.
En la reciente muestra llamada Trascendental, Joaquín expuso instalaciones interrelacionadas entre sí, con un eje sobre la vida eterna. Lo primero que encontraba el visitante era un soporte de laboratorio que contenía células de ratones que se regeneran infinitamente. Era muy impresionante ver latir esa masa compacta. La sorpresa seguía a unos pocos pasos, sobre las paredes blancas se erguían enormes fotografías de personas desnudas, envueltas en plástico transparente, que emulaban estar congeladas con
el objetivo de ser despertadas en otros siglos, ¿quién pudiera correr semejante riesgo? Enfrente, como si estuvieran interpretando una danza, se entrelazaban imágenes de figuras desnudas, envueltas con conductos transparentes por donde circulaban sustancias multicolores, símil a la alquimia. En otra pared colgaba un plasma que dejaba al descubierto el «comportamiento» de Facebook, una de las redes sociales más grandes: mostraba su limitada inteligencia artificial, que mantiene activos los perfiles de personas
fallecidas, ¡inmortalidad virtual!, después de todo.
Joaquín Fargas, en su recorrido artístico, atraviesa los conceptos de su propia obra
como sujeto de lo inconsciente, dice más de lo que pretende decir al experimentar
con su cuerpo. Llega al extremo de ofrecer su propia piel como elemento de creación
en la performance Biowear: le extraen células vivas para su cultivo. Al respecto, dice
Fargas: «Me imagino una nueva vestimenta que pueda regenerarse eternamente,
como una segunda metadermis, desarrollada biotecnológicamente». También se
refirió al Proyecto Inmortalidad con estas palabras: «Una de las grandes inquietudes
del hombre ha sido perpetuarse a lo largo del tiempo. Podríamos decir que la
inmortalidad es un sistema vivo desde el punto de vista termodinámico; por
eso, armé una instalación conformada por células de corazón cultivadas in vitro,
una interfaz y un sistema multimedial, resulta en un conjunto orgánico que se
convierte metafóricamente en un corazón, tiene como fin permanecer latiendo
indefinidamente. El objetivo de este ensayo es el de proponer un organismo
viviente, vida natural-artificial, que desarrolle una función básica como latir en
forma ininterrumpida a lo largo del tiempo y en la escala actual del Universo. De
esta manera, este corazón se convertirá en un sistema inmortal».
Fargas también da un paso más allá de la invención, se compromete con la vida,
pone el acento en la ética, problematiza el cuidado de la tierra y viaja hasta el
fin del mundo: la base Marambio, donde instaló molinos de viento
en defensa
del deshielo glaciar. Su preocupación por el calentamiento global lo llevó a crear
el Proyecto Utopía, en colaboración con España. Dice Joaquín: «Utopía fue una
convocatoria a artistas para que planteen a través de sus obras la lucha contra el
cambio climático. El proyecto se denominó Don Quijote, consistió en una instalación
compuesta por una serie de molinos de viento instalados en la Antártida con el fin
de que generen frío. El objetivo era mantener los glaciares y los polos congelados».
Otra obra sorprendente es el Proyecto Biosfera, que reproduce los procesos básicos
del funcionamiento de la vida a través de esferas herméticamente cerradas. En
su interior se encuentra un complejo ecosistema que necesita energía solar para
desarrollarse. La esfera se convierte en el límite del vínculo interior-exterior.
Joaquín Fargas se apasiona cuando habla sobre su arteinvención tecnológica ultracontemporánea; se imagina mundos, pieles inmortales, cuerpos nuevos, seres que
burlan la muerte despertando después de mucho tiempo.
Pero no se queda en la imaginación, experimenta, pone el cuerpo, viaja, promueve la ética. Nos deja pensando que es posible un mundo nuevo, un mundo mejor, un lugar distinto en el cual reinen las buenas acciones en un horizonte poblado de mezquindad. Se podría decir que en la empecinada lucha que este artista le ha librado a Tanatos, sus proyectos alumbran como Eros en la densa noche de los tiempos.