Reviviendo a Biondi
Recordamos al actor que, a partir del humor, pudo sublimar una niñez plagada de carencias.
Por: Ludmila Barbero.
En la semana de la proyección, en el Teatro Nacional Cervantes, del documental en homenaje a Pepe Biondi dirigido por Juan Carlos Gnocchini, entrevistamos a Margarita Biondi, la hija del multifacético comediante.
¿Cómo fueron los comienzos de Pepe en el circo?
Bueno, mi abuela se lo «dio» al payaso Chocolate, que pasaba por Villa Barceló, partido de Lanús, con el carromato de los hermanos Anselmi. Mi papá estaba haciendo parada, como todo chico, en la calle. Tenía siete años. Este payaso brasileño, cuyo verdadero nombre era Juan Bonamorte, le dijo: «¿Por qué no me lo da? Yo le voy a enseñar una profesión y le voy a pagar un sueldo». Como la familia Biondi no era solamente pobre, sino paupérrima (eran ocho hermanos, con una pobreza terrible), mi abuela le dijo: «Andá con el señor» y el payaso se lo llevó. A los siete años, en el circo, le daba unas palizas que lo reventaba. Por eso tuvo tantas operaciones y desgastes de salud. Este tipo lo lastimaba y le daba de comer poco y nada, hasta que la pareja del payaso, que trabajaba en el circo, vio cómo lo maltrataba y lo rescató. Él aguantó allí hasta los catorce años. En una oportunidad mi papá me dijo, refiriéndose a esa época de su vida: «Siento pena por el chico que fui».
¿Cómo se formó la pareja cómico-acrobática Dick y Biondi?
Yo le decía «tío Dick». Se conocieron en un circo en 1933 y se separaron en Cuba en 1956, después de veintitrés años de dúo. Les iba muy bien…
En 1941 se fisuró la columna en Chile durante uno de sus shows. ¿Pensás que esa dificultad física le permitió, compensatoriamente, desarrollar sus habilidades de comediante?
Sí, le dijeron que tenía gracia contando chistes… Y después del accidente, quedó muy limitada su actuación acrobática. Entonces empezó a tomar material de una revista llamada Rico tipo, que existía en aquel momento. Pidió una máquina de escribir prestada y comenzó a armar chistes, a hilvanar situaciones cómicas. Trabajó en eso con Dick. Hacían una rutina de chistes y algunas pruebas muy delicadas, porque él no podía hacer pruebas fuertes a causa del problema que había tenido.
¿Podés contarme cómo fue la ruptura con Dick?
Bueno, después de veintiocho años de matrimonio, tío Dick abandonó a su esposa. Cuando fue a España se lió con una vedette española y la quería introducir en el dúo. Pero el dúo era Dick y Biondi. El quería que fuera Dick, Trini Alonso y Biondi y papá le respondió: «¿Por qué? Si a nosotros nos va bien así, ¿por qué vamos a alterar eso?». En ese momento, tío empezó a faltar a los ensayos, a trabarse cada vez que trabajaban. Papá era muy puntilloso y meticuloso con los libretos. Fue una cosa bastante brava. Entonces vino un día a casa (estábamos en Cuba) y nos contó que veía muy mal la situación con Dick. Nos dijo: «Ahora que terminemos el contrato se acabó la buena vida. Nos vamos a Buenos Aires, al departamento que tenemos, que pude comprar con lo que he ganado. Nadie me conoce, pero me voy a ir a ofrecer a los teatros, para que me tomen pruebas». En ese impase lo llamó Goar Mestre, el dueño de Canal Trece, y le dijo: «Mire Biondi, el dúo era excelente, pero si había un cómico era usted. Vamos a hacer una cosa: Yo le voy a hacer un contrato por un año y va a protagonizar El show de Pepe Biondi: dos sketches y un musical en el medio. Vamos a ver cómo anda. Si le gusta, se queda, y si no, se va». Bueno, para hacerte el cuento corto, llegó a ser el primer programa cómico de la televisión cubana durante siete años.
En la última etapa de su vida, tuvo que sobrellevar muchas dificultades de salud y se refugió en la religión. ¿Cómo entendés esta búsqueda de consuelo espiritual?
Un día iba caminando por la calle y un tal Tomás, de un lugar evangélico que está en la calle Charcas al 4000, lo corrió y le dijo: «Biondi, venga que lo vamos a salvar». Eso le hizo perder un gran miedo a la muerte, pero él no procuraba convencer a los demás de sus ideas religiosas. Esta búsqueda lo ayudó a morir en paz. Iba todos los sábados al templo a hablar con el pastor sobre el vacío que sentía, sobre cómo lo habían marcado los sufrimientos de su niñez. Las charlas y los rezos lo ayudaron a irse de este mundo en paz.
¿Cómo era el vínculo con María Teresa Moraga, tu mamá? En el documental se habla de lo fundamental que era para Pepe que ella aprobara sus sketches antes de representarlos en vivo.
Ella era actriz de varieté, había trabajado con un cómico italiano que se llamaba Luis Carpi, a quien había conocido cuando tenía dieciocho años. Acá, en ese entonces, había confiterías en las que por una modesta consumición podías ver artistas. Ella había aprendido mucho en su trabajo con Carpi sobre sketches y remates. Sabía producir escenas que causaran gracia al público. A veces le puntualizaba algunos finales y él lo tomaba muy en cuenta.
¿Podés contarme cómo surgió el famoso «patapúfete»?
Se cayó una vez un telón en un teatro y dijeron «patapúfete». Como a él le gustó la expresión, comenzó a utilizarla. Cuando filmaron la película que lleva ese título, con Mariquita Gallegos, empezaron a investigar y la palabra estaba registrada por una mujer. Así que hubo que pagarle para poder usarla.
¿Cuál es tu personaje favorito y por qué?
Pepe Galleta, porque es el Robin Hood de barrio, el tipo que defiende a todos los vecinos. Pero todos los personajes fueron importantes, porque le costaron mucho sacrificio. También son muy divertidos Pepe Bencomo, el perfecto mayordomo, Pepe Luis, Pepe Miseria, Pepe Curdeles…
¿Qué pensás que opinaría Biondi sobre el modo en que el humor cambió desde aquella época hasta la actualidad?
Esta es una época completamente diferente. Han pasado casi cuarenta y siete, cuarenta y ocho años. Papá se enfermó en 1973 y murió en 1975. Pero pienso que no le hubiera gustado el humor actual, plagado de «malas palabras», de ninguna manera.
¿Y que opinás vos sobre el humor actual?
Yo también pienso que es otra época y que cada uno se defiende con el humor que tiene. Era muy «blanca», muy «pura» la comicidad de papá. La base de él fue el circo, y desde allí se fue elevando a un humor muy elemental. El me decía: «Yo creo que quizás hay padres que me aguantan por sus hijos. Pero a mí me interesa gustarle a los chicos».