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12 octubre, 2020

Crear conciencia a través del arte

Por Luciana García Belbey

Crear conciencia a través del arte

En el 2019 se volvió a batir un lamentable record, según la Organización Meteorológica Mundial, fue el año más cálido desde que se mide este registro en 1850. Las consecuencias de las altas temperaturas a nivel global se evidencian en innumerables eventos, algunos más visibles y contundentes, otros más silenciosos, pero igualmente devastadores como el derretimiento de barreras de hielo en los polos o el aumento del nivel de los océanos. De entre los fenómenos más notorios se encuentran las olas de calor, cada vez más frecuentes, intensas y prolongadas; las inundaciones, las tormentas y los fenómenos meteorológicos extremos. Sin dudas, dentro de este último grupo se encuentran los incendios masivos, que han sido una triste constante en los últimos meses. Basta recordar las dantescas imágenes que se vieron en los medios durante los incendios en Amazonas, en el mes de agosto, o en los de Australia en los albores de esta nueva década.

 

Son ya muchos los especialistas y activistas que hablan de crisis climática. La joven Greta Thunberg y otros ambientalistas exigen que las principales potencias mundiales declaren la emergencia climática, comprometiéndose a bajar los niveles de emisión de Gases de Efecto Invernadero, entre otras medidas. Lamentablemente, en el documento final de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, desarrollada en Madrid durante las primeras semanas de diciembre pasado, estas peticiones no llegaron a reglamentarse, lo que causó repudio y manifestaciones en todo el mundo. En este angustiante contexto, son cada vez más los individuos y las organizaciones ambientalistas que demandan pasar a la acción, y tomar medidas concretas al respecto, antes que sea demasiado tarde.

Con una producción artística conmovedora e impactante, Andrea Juan, es una de estas voces que reclama desde hace ya más de quince años tomar conciencia sobre la grave situación que vive nuestro planeta. Esta destacada artista visual argentina, es una verdadera pionera en investigar, visibilizar y concientizar a través de su obra sobre el cambio climático y el deterioro que éste causa a la naturaleza. Tomando como punto de partida diversas investigaciones científicas que abordan estas problemáticas, construyó un importante cuerpo de trabajos realizados en imponentes escenarios naturales. Dentro de este conjunto de obras se encuentran sus performances, instalaciones e intervenciones desarrolladas a lo largo de más de diez años en la Antártida. Labor por la que obtuvo numerosos reconocimientos internacionales, y el apoyo de prestigiosas instituciones como UNESCO o la Fundación Guggenheim. Producto de estas campañas son sus series fotográficas de gran formato que registran y documentan las acciones performáticas, e instalaciones «site specific» realizadas en el conteniente blanco, así como sus proyecciones a gran escala, sobre glaciares, refugios y bases científicas antárticas.

Desde finales del 2014 Andrea Juan está radicada en Cantabria, España, donde desarrolla un nuevo proyecto, junto a su esposo Gabriel Penedo Diego, denominado «Arte en el Origen». Un programa de residencias para artistas interesados en producir su obra en el entorno natural. En ocasión de la inauguración de la muestra que recopila los trabajos realizados en el marco del programa durante el 2019, en Buenos Aires, tuvimos el placer de dialogar con esta gran artista, curadora, y gestora.

 

 

Andrea, ¿qué te llevo a estudiar arte y desarrollar una carrera artística?

Comencé en el arte desde muy pequeña, desde los 5 años, casi como un juego, asistía a talleres de arte. No recuerdo una edad en la que no haya estado vinculada a alguna actividad artística. He trabajado con una variedad enorme de técnicas, buscando distintos lenguajes, conociendo nuevas posibilidades, desde acuarela, cerámica, dibujo, collage, óleo o acrílico. Cuando llegó el momento de decidir una carrera, no pensaba que el arte podía ser una opción, porque ya era parte de mi vida cotidiana, entonces elegí arquitectura. En ese momento, comencé simultáneamente en un taller de grabado. A pesar que me iba muy bien en la carrera de arquitectura, cuando estaba en segundo año me di cuenta que deseaba dedicarme enteramente a mi única pasión, el arte. Decidí dejar la facultad y entrar a la Escuela de Bellas Artes, rendí el examen de ingreso y comencé, feliz, en la Prilidiano Pueyrredón. Sabía que no sería fácil poder hacer una carrera y vivir de ser artista -y si no, me lo recordaban mis padres-, pero la pasión pudo más. Desde entonces me he esforzado cada día por crecer como artista.

 

 

¿Qué artistas consideras como tus maestros, tus referentes? ¿Quiénes han influenciado tu trabajo como artista?

Como maestros puedo nombrar a Ernesto Pesce y a Juan Carlos Romero, quien fue mi Director de Tesis en la Universidad Nacional de las Artes. Con ellos he aprendido mucho más que técnicas, me han guiado no sólo en el trabajo sino, en toda la actividad y han sido también mis referentes como artistas. También han sido una gran referencia para mí Corinne Sacca Abadi, Fermín Fevre, Rosa Faccaro y Norberto Griffa. Es muy difícil pensar en quienes me han influenciado como artista, ya que son muchos, pero podrían ser las mega-instalaciones de Christo y Jeanne-Claude; las pinturas sutiles y coloridas de Claude Monet; y los videos de Bill Viola. De todas maneras, no sólo los artistas me han influenciado, también los científicos, los investigadores, los arqueólogos. Y también mi familia, mis padres y mis hermanos.

 

¿Cómo y por qué decidiste ir a trabajar a la Antártida? ¿Conocías a alguien que ya había viajado? ¿Fue un lugar que siempre te interesó conocer?

Había realizado una serie de trabajos en fotografía, videos y objetos en la Patagonia Argentina, relacionada con la pérdida de masa de los glaciares. Trabajé un tiempo sobre ellos y me fascinó la experiencia. Mi hermana Yanina, que es bioquímica, me contó acerca de las posibilidades de viajar a Antártida, ya que varios de sus colegas realizaban investigaciones de campo allí. Pensé que sería genial viajar a la Antártida para continuar el proyecto de investigación artística que había comenzado en los glaciares. Le presenté un proyecto a quien era el Director Nacional del Antártico, en ese momento, y le pareció interesante la idea de unir Arte y Ciencia. Acordamos un viaje experimental, y de ningún modo podía suponer, entonces, todo lo que vendría después.

 

 

¿Qué fue lo primero que pensaste y que sentiste al llegar a ese ambiente natural tan imponente?

¡Fue muy emocionante! Recuerdo el primer pie que puse en suelo Antártico, me sentí muy privilegiada y muy movilizada. El paisaje era totalmente diferente a todo lo conocido, era un lugar incomparable a todo.

 

¿Cuál fue la experiencia más movilizante o significativa que viviste allí?

Muchas, muchísimas, pero si debo quedarme con una, recuerdo el día que realicé la proyección de video sobre el glaciar en Base Esperanza en 2005. Era de noche y llevamos en un tractor oruga, el proyector de alta resolución, el equipo de sonido con los parlantes y un generador de electricidad para conectar todo. Nos detuvimos en un punto incierto, ya que no se veía nada y comencé la proyección de los videos «Girasoles» y «Encapsulados». Había venido gente desde la base caminando con linternas para presenciarlo, y comenzaron a subir la ladera del glaciar. ¡La proyección cubría desde la base hasta la cima en su totalidad! Luego supe que esa era una extensión de 120 metros de alto. La gente estaba feliz arrojándose bolas de nieve de colores y jugando entre los girasoles. En medio de la proyección comenzó a nevar, y el video se multiplicaba en cada copo de nieve. ¡Fue una experiencia maravillosa!

 

 

¿Qué enseñanzas te dejaron tus diferentes experiencias allí, tanto a nivel personal como artístico?

¡Muchas! La primera, es lo pequeñitos e insignificantes que somos. El inmenso respeto por la naturaleza. Ella decide, ella manda. Todo el trabajo estaba organizado en relación a la meteorología, no había horarios específicos. El trabajo en grupo, y poder compartir, es algo que siempre suma y da posibilidades inmensas.

 

La última vez que estuviste en Antártida, ¿sabías previamente que iba a ser la última? Si sabías que ese iba a ser tu último viaje, ¿influenció este hecho en tu proceso creativo?

Cada vez que he viajado, he pensado que sería la última. Luego, en el desarrollo de la estadía me encontraba con nuevos proyectos interesantísimos para poder llevar a cabo, o lugares que no había podido acceder, y así fueron pasando los años. Pero el último viaje fue en el 2014, allí decidí que era momento de cerrar la serie que ya llevaba 10 años. Estando allí supe que sería mi último viaje. Necesitaba cerrar el ciclo y estaba feliz de poder hacerlo. Me sentí una privilegiada y sentí una enorme gratitud hacia todos y todas quienes me apoyaron, me ayudaron y compartieron sus trabajos conmigo. El hecho que fuera el último viaje no influyó en el proceso de creación de la serie «Solar Storm», pero la serie sí fue pensada para cerrar todo el «Proyecto Antártida».

 

 

En los diez años de campañas a la Antártida, ¿notaste algún cambio evidente en el ecosistema a causa de la degradación del medio ambiente y el calentamiento global?

Personalmente no he notado ningún cambio, ya que son imperceptibles a simple vista. Según los científicos con los que he trabajado, solo se puede comenzar a hablar de cambios visibles en términos no menores de 50 años. Ellos vienen estudiando e investigando sobre estos distintos temas, que son los que luego he utilizado en mis trabajos, como por ejemplo: la pérdida de las barreras de hielo, plasmada en la serie «Red». La aparición de gas metano, que acrecienta el efecto invernadero, tanto en la superficie, como en las costas por el derretimiento del permafrost —capa superior congelada— en la serie «Metano». La evolución incierta del fitoplancton marino debido al cambio de la salinidad y los nutrientes del mar, un fenómeno más invisible aún, pero documentado por científicos a través de imágenes microscópicas, y que se vio reflejado en la serie «El bosque invisible». La aparición de nuevas especies que permanecían ocultas en lo más profundo del mar, no conocidas hasta el momento por el hombre, y que se hacen visibles debido al derretimiento de los mantos de hielo, en la serie «Nuevas especies». El calentamiento del territorio de Antártida y su posible vuelta al bosque frondoso que una vez fue, lleno de árboles y animales —aún se encuentran restos fósiles de ambos— en la serie «Nuevo Edén». Estos son solo algunos ejemplos de los cambios que los científicos están investigando y estudiando en Antártida y que se han podido documentar.

 

 

Cuando viajaste por primera vez en el 2005 el Calentamiento Global, no era un tema que estuviera tan presente en los medios, por fuera del ámbito científico. Recién en ese momento comenzaba a difundirse a raíz de ciertas películas y documentales que abordaban el tema. Hoy está en las agendas de los principales países del mundo, recientemente se desarrolló la 25º Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en Madrid ¿Cuál es tu visión al respecto hacia el futuro?

En el año 2004 realicé una video-instalación en la Fundación Telefónica, donde los glaciares se desmoronaban sobre la cabeza de los visitantes. Me encontraba también diseñando el proyecto relacionado con el calentamiento global para llevar a cabo en Antártida, basándome en investigaciones del Dr. Del Valle y del Ing. Svarka. Creo que el arte es una antena que conecta más allá del presente, provee herramientas desde lo estético, lo que genera una comunicación con la gente que se conecta con la obra. Mi visión hacia el futuro es que si no nos ponemos todos de acuerdo, teniendo como denominador común la naturaleza, lograremos destruir todo lo que nos rodea. Por ello, estamos trabajando en nuestro nuevo proyecto que se llama: «Respeto». Creemos que con esta simple palabra se podrían solucionar muchos de los problemas globales de hoy.

 

Apenas hiciste tu primer viaje al Continente Antártico, en 2005, sentiste la necesidad de compartir esta experiencia con otros y creaste la residencia de arte allí en el marco de Sur Polar, una plataforma de artistas interesados en el medio ambiente. Una experiencia de la que participaron más de 100 artistas internacionales ¿Qué te dejó esa experiencia de acompañamiento, de gestión, de trabajar en colaboración con otros?

La Residencia de Arte en Antártida ha sido una experiencia única a nivel internacional, ya que trabajaba en cooperación con artistas de otros países. Ha sido un programa sumamente interesante por la variedad cultural y el alcance internacional que ha tenido. «Sur Polar», como organización, ha generado exhibiciones en diferentes países del mundo, y ha entablado lazos de amistad y colaboración a través de los mares. Por suerte, «Sur Polar» sigue su curso y está en crecimiento, ya que se suman a la organización los artistas que trabajan en el medio natural en Cantabria, participantes en «Arte en el Origen». Muy pronto abriremos «Sur Polar» para que se puedan incorporar nuevos artistas a su petición, siempre que su obra esté en relación a la naturaleza y su preservación.

 

 

Acabas de inaugurar una exhibición en Buenos Aires, en la Galería OdA —Oficinas de Arte, como curadora junto a Gabriel Penedo Diego, sobre «Arte en el Origen», proyecto que desarrollas desde el 2017 en Cantabria España, ¿Cómo es tu relación con la curaduría y el trabajo con la obra de otros artistas? ¿Sentís que estas otras disciplinas enriquecen o retroalimentan tu trabajo creativo?

Realizo curadurías desde hace muchos años y creo que es un proceso fantástico que enriquece y, siempre, retroalimenta el trabajo creativo. Es poder ver y pensar la obra de otro artista desde un lugar diferente, es sumar una mirada, un punto de vista, una lectura y un pensamiento. Pero en la actualidad se ha vuelto un proceso mucho más intenso aún, ya que en todo trabajamos codo a codo con Gabriel —mi esposo, amor y compañero. El trabajo, en todos los sentidos, es más gratificante, se enriquece en el diálogo y se potencia lo mejor de cada uno. Desde la creación básica, hasta el más pequeño detalle es consensuado y dialogado. Siempre aparece una posibilidad nueva, diferente y enriquecedora. ¡Es magnífico trabajar así! Respecto al trabajo que realizamos con los artistas que participan de «Arte en el Origen», es muy intenso, ya que debemos procurar que cada artista dé lo mejor de sí. Trabajar sobre sus miedos, sus angustias, sus corazas, sus dudas: en un diálogo permanente con la naturaleza y con el propio origen. Es una tarea que nos da muchas satisfacciones y alegrías.

 

¿Cómo crees que se conecta esta nueva etapa de trabajo de «Arte en el Origen», con lo anterior, con las experiencias en la Antártida, por ejemplo?

Aunque son etapas diferentes y se podría pensar que no tienen puntos en común, puedo decirte que están mucho más conectadas de lo que pueda parecer a priori. Ambas son experiencias muy intensas, y conectadas, definitivamente, con la naturaleza. Paisajes muy distintos, pero absolutamente sobrecogedores en los dos casos. Cantabria posee una geografía muy variada en un espacio muy pequeño de territorio. Tiene acantilados, marismas, playas, bosques de coníferas, ríos, montañas y hasta una estación de esquí en un radio de 60 kilómetros. Imagínate, es como si entre la Capital y Luján tuvieras tantas variaciones de paisajes. ¡Impacta! También, en ambos casos, hay un rigor científico y una diversidad de disciplinas que se suman al arte para fortalecerlo y multiplicar sus miradas. En Antártida era la visión de los científicos analizando el día a día para establecer bases hacia el futuro, en Cantabria son científicos analizando la vida hace miles de años para poder conocernos mejor. En Cantabria hay más de 70 cuevas con arte rupestre, 10 de ellas declaradas Patrimonio de la Humanidad por Unesco. Aquí han vivido personas desde hace 150.000 años de forma ininterrumpida, soñando, amando, deseando y dejando su legado. Nos tiene apasionados y cada hallazgo e investigación deseamos compartirla con todos. ¡Es un mundo de magia en el que vas entrando lentamente y del cual no quieres salir!

 

 

Si bien en la actualidad Andrea Juan está abocada a su proyecto en Cantabria, su compromiso con el estado de urgencia del medio ambiente está siempre presente. Su obra más reciente al respecto es una imponente video-instalación, realizada especialmente para el Red Line Contemporary Art Center de Denver, Colorado, en Estados Unidos en el 2017. Esta impactante experiencia inmersiva audiovisual, puede pensarse con un gran compendio todo su trabajo realizado hasta el momento sobre este inquietante tema capital. Cuando comenzó a investigar y a trabajar sobre el calentamiento global, uno de los motivos por los que sintió la necesidad de ir a la Antártida fue justamente a causa del enorme impacto que le provocó la noticia sobre el derretimiento y colapso de grandes barreras de hielo en los polos. Por eso decidió ir hacia el lugar en donde se estaban desarrollando estos desastres naturales. «Wake Up!» – ¡Despierta! – es, en cierto sentido, una manera de volver al «origen» de este cuerpo de obra tan importante dentro de su producción, pero también es su reclamo hacia el presente y hacia el futuro. Al final del video puede leerse esta movilizante, y casi profética frase:

 

«Una pequeña gota cae y luego otra y otra y otra más.
Así, gota a gota, se pierden grandes cantidades de hielo a cada segundo.
Los polos se están derritiendo.
[…]
Un día, no muy lejano, los efectos llegarán hasta nosotros…
¡Es tiempo de despertar!»