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5 diciembre, 2018

La cartografía y otras narrativas abiertas en Proa21

La cartografía y otras narrativas abiertas en Proa21
Por Jesu Antuña

 

¿Cómo cartografiar un espacio en movimiento? ¿Qué relación entre lo real y lo imaginario se teje en una cartografía? Estas preguntas nacen cuando uno se acerca a La cartografía y otras narrativas abiertas, la muestra que tiene lugar en Proa21 y que coordinan las directoras de la galería Acéfala. El proyecto que nació de la colaboración entre Santiago Bengolea (Proa21) y Sol y Bárbara Echevarría (Acéfala) gira en torno a la problemática territorial de La Boca – donde está ubicado Proa21 – y expone la problemática de un barrio constituido como espacio marginal pero también como reservorio romántico.

A partir de estas consideraciones, es que los organizadores invitaron a Constanza Castagnet, Juan Gugger, Andrés Lima y Nacho Unrrein para llevar a cabo la propuesta de cartografiar el barrio. El proyecto parece reactualizar la concepción cartográfica de Borges, cuando este imagina un imperio que desarrolló un arte cartográfico de tal envergadura que «con el tiempo, estos mapas desmesurados no satisficieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.»

La muestra, que inauguró el sábado 17 de noviembre, se presenta como un work in progress, por lo que contará con distintas actividades que serán desarrolladas a medida que avancen las investigaciones de cada uno de los artistas. De tradición tanguera, de ritmos folklóricos, un territorio marginal aunque plagado de turistas parece estar cambiando a partir de la llegada del distrito de las artes. Lo cierto es que un espacio que hasta no hace mucho permitía sembrar con nostalgias un pasado perdido, hoy se presenta como un territorio complejo, que da pasos hacia algo que aún no nos atrevemos a dilucidar. En este sentido, no parece ser una mala idea la de desarrollar una cartografía en proceso que, como señalan los organizadores, se anime a «crear un nuevo territorio e imaginario que linda con la ficción».

Así, cada uno de los artistas creó un espacio de trabajo propio, que implica tanto un accionar con distintos soportes y tecnologías, como la expansión de un imaginario que no se detenga en elementos triviales y heredados. Presentado como un laboratorio de investigación, implica tanto una indagación sobre la arquitectura y el sonido del barrio, como la posibilidad de rescatar un antiguo tesoro perdido en la Isla Maciel.

Esta última es la propuesta llevada a cabo por Andrés Lima, quien sale al rescate de El tesoro de la Isla Maciel, una película de 1941 dirigida por Manuel Romero que cuenta la historia de un capitán retirado que emprende la búsqueda de un tesoro enterrado en la isla. A partir de esto, Lima propone un trabajo con distintos dispositivos, archivos y registros, que transita entre lo ficcional y el testimonio de la película para proponer «un film que vaya vinculando el proceso de rodaje como un acontecimiento documental cuya naturaleza es netamente ficcional». La propuesta implica repensar ese territorio que es la Isla Maciel, espacio marginal signado por lo portuario y lo prostibulario.

Si Lima se acerca al archivo audiovisual, la cartografía abierta por Constanza Castagnet propone repensar el sonido de La Boca. Lejos de caer en el tango y en propuestas aptas para turistas, Castagnet se acerca a La Bombonera como caja de resonancia de los sonidos del barrio. De esta manera, eludiendo los cánticos, gritos de gol y formulaciones verbales, se adentra en los sonidos extra-lingüísticos como ciertos murmullos, gritos y suspiros, con la intención de desarrollar una composición generada a partir del coro de «sonidos imparciales». Con estos sonidos produjo una partitura abierta que sirve de materia prima para un coro de 25 cantantes que llevará a cabo junto al coro de la UNTREF. Dentro de este laboratorio sonoro realizará una performance en el espacio de Proa21 el domingo 9 de diciembre a las 18 hs.

Por otra parte, si algo caracteriza a ciertos márgenes es la particularidad del tendido eléctrico, que se teje como forma anárquica sobre el cielo de la boca, y que debido a su precariedad constituye – en muchos casos – un peligro mortal. Sobre esto vuelve Juan Gugger, quien construye un conjunto de piezas metálicas – fabricadas de perfiles de acero y suspendidas de las parrillas de iluminación – que conectan el barrio con el interior de Proa21. La cartografía propuesta por Gugger parece atenta a las formas y a los materiales del entorno, que si bien se muestran como formas de apariencia inerte, constituyen de hecho una arquitectura de naturaleza precaria característica del barrio.

La última de las propuestas es «Tapiar La Boca», de Nacho Unrrein, quien se propone hacer un relevamiento de todas las fachadas tapiadas de La Boca. La propuesta forma parte de «Tapiar Buenos Aires», un proyecto más amplio que se propone relevar todas las fachadas tapiadas de la ciudad. Unrrein señala el hecho de que las tapias «contradicen uno de los propósitos fundamentales de la práctica arquitectónica: abrir un lugar y ofrecerlo al habitar». Las tapias niegan la condición de hogar, afirmando una violencia manifiesta en este cierre frente a tantas personas que se encuentran en situación de calle. Negar la posibilidad de habitar estos espacios, tapiarlos, es también asumir cierta condición errante, por lo que remiten más bien a objetos, a monolitos que sólo es posible apreciar en su aspecto externo. Unrrein propone una guía de recorrido para visitar estos espacios pero también – y a modo de homenaje – presenta una réplica a escala de las fachadas tapiadas. Además, como continuidad para estas investigaciones, se propone desarrollar «ladrillos Proa21», creados con barro extraído de este mismo espacio, para lo cual se encuentra realizando un análisis del suelo del lugar.

Una cartografía móvil, cambiante, en proceso. Un cuaderno abierto que paulatinamente se irá transformando en catálogo, una mesa de trabajo sobre la cual se muestran los distintos elementos y procesos utilizados. La cartografía y otras narrativas abiertas asume la necesidad de cartografiar un territorio complejo en pleno proceso de cambio, por lo que se presenta como una investigación abierta y en constante transformación.