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5 septiembre, 2018

Benito Laren

Benito Laren
Por Margarita Gomez Carrasco

Universo es todo lo que tiene existencia física en la Tierra y fuera de ella. También es la totalidad del espacio y del tiempo de la vida, dentro de estas coordenadas se despliega El universo Larenland –nombre de la muestra de Benito Laren que se realizó, en el corriente año, en la Galería Marifé Marcó (Buenos Aires, Nordelta)–. Y, aunque el artista diga que su creación del Pop Oh Art solo le divierte, se puede leer mucho más, por ejemplo, la representación irónica de la actualidad; y, en este punto, cabe citar a Freud: «Todo chiste encubre una verdad».

Benito se atrevió a pensar un mundo distinto, su mundo, con sus propios ministros, embajadas y con su propia música. Desde joven quería ser famoso y ganar mucho dinero, dos deseos que, de alguna manera, concretó. Sin embargo, esta realidad encarnada por el artista nos invita, una vez más, a pensar en la frase inscripta en el pronos del templo de Apolo en Delfos: «Conócete a ti mismo» ¿Acaso el personaje de Benito representa la futilidad humana de hoy, una caricatura incisiva que nos compete a todos y de la cual se nos hace difícil escapar?

El multifacético Benito, además de desarrollar una técnica muy particular sobre vidrio, también es pintor, cantante, youtuber y escritor. Por lo cual, les transcribo un poema del artista que fue publicado en la solapa de su catálogo Modelaren, con texto introductorio escrito por Rafael Cippolini:

Modelaren
Yo soy Benito
Yo soy de Marte.
La Modelo que ahora pasa
con su traje que es muy grasa.
La Modelo de ahora muestra
es la Moda. ¿Qué nos pasa?
Nada nuevo retroceso.
Nada nuevo poco seso.
Que tragedia espantosa
Que tragedia pegajosa.
Yo soy la Moda.
Yo soy el Arte.
Me mando, me mando,
me mando la parte.
Muchas luces chiquititas
pocas luces muy bonitas.
Es la moda que me incomoda
y de seda Mona queda.
Se me cae la careta.
Esta moda es tan Berreta.
Mi familia es numerosa
somos una sola cosa.
Mundo mágico banal
de mente superficial.
Se disipa como el humo
toda moda en su consumo.

La trayectoria de Benito Laren se encuentra marcada por su paso por el Centro Cultural Ricardo Rojas de la «Generación del 90», como uno de los cuatro integrantes de la muestra que dio origen al término «Arte Light» en la Argentina, bajo la dirección de Gumier Maier.

Sus obras se encuentran en las colecciones más importantes del país –como la de Gustavo Bruzzone– y en museos del exterior, entre los que se destacan The Corning Museum of Glass de Nueva York (1988) y el Blanton Museum de la Universidad de Austin, Texas (2007). Para hacer un racconto de algunos de sus trabajos a través de los últimos años, cabe mencionar que en 2003 la obra A la puerta Bony ta formó parte de la muestra inaugurada por el museo de Arte Contemporáneo (MAR) de la ciudad de Mar del Plata. En el 2014 fue presentado su catálogo Modelarem en el Museo de Arte Latinoamericano (Malba). Desde el 2015, dos de sus obras integran la colección permanente del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) en la ciudad de Buenos Aires. En el mismo año realizó una muestra en el espacio Faena Art en Miami; y en el 2017 exhibió Fabularen en el Museo Fortabat de Buenos Aires.

Su Pop Oh Art –si bien es una técnica inventada por Benito– parece encontrar sus cimientos en la corriente del simulacionismo, quienes consideraban a la obra de arte como mercancía absoluta y a la creación como un simple reemplazo del acto de consumir. Benito se apodera de esos códigos, tal vez sin saberlo y, de esta manera, sus creaciones son un escenario donde se proyecta el marco de una sociedad poscapitalista.

A partir de la lengua construye sus propias frases y nombres, reapropiándose del léxico y utilizando la homofonía, nada es inocente en su universo punzante.

Benito Laren se apropia de las obras de grandes autores para resignificarlas. Se podría pensar su producción como la materialización de una falta, una vuelta a la vanguardia, al Pop Art, como el retorno de un real. Algo que regresa porque quiere decir algo que aún no está dicho, como un trauma que retorna y se lo reconoce por sus efectos. También podríamos pensarlo como una fuga del tiempo, ese instante que deja entrever su fragilidad, esa sutileza con la cual trasciende el momento. No por nada eligió el vidrio como material para trabajar.