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21 enero, 2019

LA ENERGÍA NUCLEAR EN DISCUSIÓN

LA ENERGÍA NUCLEAR EN DISCUSIÓN
Por Ayelen Dichdji


Embalse es una de las tres centrales nucleares que tiene Argentina. Está situada en la costa sur del embalse de Rio Tercero, en la provincia de Córdoba, a 665 metros sobre el nivel del mar.

Esta central nuclear de producción eléctrica que, debido a su capacidad de recarga de combustible, también se la utiliza para generar isótopos (cobalto 60) de aplicación médica. Su construcción se inició en 1974, con el retorno de la democracia en nuestro país se produjo la primera criticidad del reactor y en 1984 comenzó su operación comercial. Es una de las tres plantas nucleares en Argentina (además de Atucha I y Atucha II), tiene una potencia de 648 megavatios eléctricos y emplea Uranio natural como combustible, además de agua pesada como moderador y refrigerante.

En 2012 la central agotó sus horas de funcionamiento y dejó de funcionar. Aunque pocos meses después, la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) resolvió modificar su licencia extendiendo dos años más su actividad. Esta decisión implicó no sólo irresponsabilidad, sino desidia por parte de los funcionarios a cargo de la toma de decisiones. Denota un desconocimiento total de los peligros que implica su resolución. ¿Cómo se explica esta decisión? Es una consecuencia que se desprende del contexto de crisis energética en la que se encuentra sumergido nuestro país. En parte por la falta de inversiones, como también por la ausencia de una política concreta y sólida de subsidios estatales.

El debate sobre el uso de energía nuclear se reabre, así, dado que frente a este panorama -y como producto de una inversión de 2140 millones de dólares realizada durante 2018- se comenzaron las obras para establecer por tres décadas más la vida útil de la central. Fuentes oficiales esperan que Embalse vuelva a entrar en operación comercial a fines de enero del presente año; pese a que las obras ignoren los requisitos establecidos en la Ley General del Ambiente.

Según la propia Empresa Nucleoeléctrica Argentina operadora de las centrales de nuestro país, este proyecto de extensión de vida de la planta consiste en tres etapas: «la primera fase, denominada de evaluación de vida o evaluación de estado, consiste en examinar el estado de los componentes de la central. En la segunda fase se verifican los cambios a realizar y se adquieren los equipos y materiales necesarios. La tercera etapa implica la parada de la Planta y la realización de los trabajos. Actualmente se está trabajando en esta última etapa», afirman. Esto permitirá, a su vez, supuestamente «aportar energía en forma segura y confiable para más de 3 millones de habitantes; diversificar la matriz energética, contribuyendo al autoabastecimiento; reducir las emisiones de gases de efecto invernadero; producir Cobalto 60 para abastecer el mercado interno en aplicaciones medicinales e industriales, y para exportar; desarrollar proveedores nacionales de bienes y servicios altamente calificados; dar trabajo en forma directa a 3000 personas; mantener la fuente de trabajo para más de 1000 familias durante los próximos 30 años», aseguran. Pero ¿a qué costo?

Entre los principales argumentos erróneos en el análisis de la energía nuclear, que se arrastran con el correr de las décadas en el mundo y en nuestro país, se encuentran que: la energía nuclear genera menos desechos que las usinas de carbón; el ciclo del combustible nuclear es más inocuo que el uranio; las consecuencias de un accidente nuclear serían mínimas, etc. Cabe destacar que esta usina, adicionalmente, no alcanza a cubrir ni siquiera el 3% de la energía eléctrica requerida en Argentina. Incluso su funcionamiento implica un doble riesgo, actualmente solapado por los anuncios victoriosos de su reactivación. ¿Cuáles son esas contingencias? La actividad nuclear de Embalse pone en peligro a los ciudadanos que habitan las cercanías de la central. Pensemos por un momento en el (no tan improbable) caso de desatarse un accidente en la planta.  Serían más de 4 millones de personas -en 300 kilómetros a la redonda- que podrían verse afectadas. Los ejemplos de accidentes nucleares son diversos y se han presentado en diferentes niveles de gravedad, incluso en Argentina. Podemos citar Three Miles Island en Pensilvania (Estados Unidos) en 1979, el famoso accidente de Chernóbil (Ucrania) en 1986, o bien el incidente en el Centro Atómico Ezeiza (Argentina) en 1983, que se produjo mientras se hacía una reconfiguración del núcleo del reactor de investigación de baja potencia que funcionaba desde 1966. Podríamos continuar con el listado, pero para muestra basta un botón.

Por otra parte, para funcionar esta central requiere 90 toneladas anuales de Uranio. Esto implica recrudecer el desarrollo y la explotación minera en el país. Ahora bien, ¿y la basura nuclear? Los desechos de esta actividad se transforman en elementos radiactivos entre los cuales se encuentra el letal Plutonio-239. La pregunta obligada que deberíamos plantearnos es: ¿qué hacemos con estos residuos? Al principio se intentó almacenarlos en depósitos en las cercanías de cada Central, sin embargo, la cantidad de material radiactivo ha superado con creces la potencialidad de acopio de las plantas.

En segundo término, lo antedicho tiene un impacto directo en la salud de la población. Durante su funcionamiento la Central emite Tritio-3, una forma radiactiva del hidrógeno. Este material en el ambiente incrementa las probabilidades de contraer cáncer. En consecuencia, la zona de Embalse se encuentra contaminada y con valores de Tritio por encima de los recomendados por la Unión Europea.

Los ejemplos en el mundo advierten que la energía nuclear no fue el mejor camino en el pasado, no lo es en el presente ni lo será en el futuro. Por el contrario, se debería apostar con énfasis a la utilización de energías renovables (como la eólica) con el objetivo de abandonar la práctica de empleo de fuentes fósiles. Argentina aprobó durante 2006 la Ley 26.190, que establece la generación del 8% de electricidad proveniente de fuentes renovables. Aunque habiendo trascurrido 13 años todavía no llegamos a cumplir siquiera con el 1%.

Lógicamente con el incremento de la población mundial unido al crecimiento demográfico y económico, el consumo de energía se intensifica. Sin embargo, ese paradigma energético comienza a sacudirse a medida que aumentan las necesidades energéticas de las sociedades y, en paralelo, disminuyen las reservas de las fuentes de energía basadas fundamentalmente en la explotación de recursos naturales fósiles, como el petróleo. En tal sentido, mantener un crecimiento sostenido de las sociedades en forma tal que no altere el equilibrio de la naturaleza pareciera ser tema de agenda política, no sólo mediática. Por consiguiente, el debate internacional por la energía nuclear se transformará cada vez más en una cuestión ideológica, debatiéndose las opciones energéticas en cada sociedad.

En virtud de ello podemos argumentar que el uso eficiente y racional de la energía es un tema que también se mantiene vigente en la actualidad, donde las líneas argumentativas giran en torno a: la planificación energética sustentable, buen uso de los recursos naturales, cuidado del ambiente, incorporación de fuentes de energía de baja emisión de carbono, energía más económica, mejor distribución de los recursos energéticos.