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13 junio, 2019

Las cosas y los vínculos

Por Guadalupe Creche

Las cosas y los vínculos

La hora rota es el título de la primera muestra individual de dibujos de Clara Esborraz en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. La joven artista nacida en Rafaela en 1991 renueva el ambiente de la escena del arte de los museos y trae al frente el dibujo argentino.

 

Despojada de artilugios de montaje y a la carga con su propio contenido, con la tendencia que caracteriza a quien escribe de romantizar las obras que le gustan o lxs artistas que le interesan, esta muestra presenta un escenario que se despega perfecto de todo lo que la rodea. En el primer piso del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en una sala con las paredes vestidas de un tibio color beige o piel clarita, con una luz tenue que pide un momento para acomodar la vista y con el color negro que abraza y achica desde el techo, es donde se posan como flotando en sí mismas las obras que en su conjunto forman La hora rota. Después de pasar un año entero dibujando pelos, otro relatando sus felices 27 vidas con sus respectivas muertes, rompiendo superficies con una firme y sensible insistencia, habiendo probado cuadernos y cuadernitos, habiendo retratado en bares a amigxs sobre servilletas, sulfitos y papelitos en un hacer líneas con biromes bic, Clara Esborraz presenta 15 dibujos hechos específicamente para la ocasión que parten desde su lugar de ser artista a sostener una relación con esa situación. Estos años del dibujo que no aluden solo al hacer sobre distintos papeles, de líneas y líneas que remontan tanto al río Paraná de su ciudad de origen como a la noche en el barrio de Once en el que vive, no permiten casi distinguir qué es papel y qué es trazo, qué es pensamiento y qué es relato, porque no hace falta dividir sino aceptar que todo se ha mezclado.

 

 

Mientras recorro en círculos la sala y las imágenes como parte de un remolino de agua me acechan dudas y respuestas. Qué le sucede a la comunidad artística si escucha las preguntas que le llegan desde las inmediaciones desde donde piensa. O como curadores, si sueltan la ansiedad de engancharse con los linajes de pensadores del norte geopolítico. O como artistas, en este mundo de fuertes regido por el mercado. Es posible que la muestra de Clara Esborraz sea una propuesta que aún situada dentro de una institución, tome al dibujo como sistema político afectivo y nos lleve a alguna otra parte. Desde su ambiente de creación de noche trasnoche, desde el saber poético que un dibujo es menos que el mundo y desde su situación económica de valer menos en dinero que una pintura. Sucede que el dibujo tiene un ánimo imparable, es una práctica de libertad y aquí se han humanizado las cosas hasta el llanto.

En 1960 el entonces director de Mamba Rafael Squirru lleva a cabo la primera muestra en la sede temporal del Teatro San Martín: Primera Exposición de Arte Moderno en Argentina. La propuesta curatorial para la exposición yuxtapuso obras de artistas argentinxs con obras de artistas del extranjero, ayudado por el informalismo de las obras y como un importante gesto de igualdad en una época en la que no se practicaba tampoco en el arte dar el mismo valor a lo de afuera que a lo de adentro. Previo a estos años proviene la cita de Squirru: el museo soy yo, aludiendo a la falta de espacio físico que tuvo desde su fundación por decreto en 1956. El Mamba hoy, 63 años después, tiene su sede completa de siete salas de exposiciones, salas de educación, cafetería y tienda, bajo la dirección de Victoria Noorthoon. El departamento de curadores parece aún heredar algo de esa cita, ahora desde el noorthoonismo, como estilo o línea curatorial, desde el internacionalismo como premisa del que la actual directora habla ya en las primeras entrevistas que le realizan en 2013, es también lo que se ve reflejado en las exposiciones que se inauguraron en los últimos años. Recargadas de dispositivos que imitan modelos expuestos en otros países y con temas de agenda internacional, esta premisa fomenta siempre de un modo u otro, aunque quizás involuntariamente por el resto del equipo, la falta de una política definida, situada, y en pos de lxs artistas y las muestras que se presentan.

 

 

Entrar en la hora rota es desde la llegada un alivio a la sobrecarga que la rodea. La muestra de una dibujanta, artista y joven, la más joven que alguna vez haya expuesto en esta institución en una muestra individual, en la sala más chica y a la vez, la primera muestra curada por Marcos Kramer. Entrar allí es entrar en un espacio acogedor.  Quizás podríamos decir que es un hueco en la crisis de la arbitrariedad curatorial del moderno. O también podemos pensarlo como un festejo plagado de llanto donde las líneas se hablan y se derriten y se entre mezclan. La pérdida de actuación de las instituciones sin una reflexión situada no queda compensada por la infinitud abierta de lo que se ha vuelto posible, como en las muestras que la rodean. En muchas dimensiones, ampliar resulta ser achicar lo que se abarca.

Será este un precedente o será una excepción. No lo sabemos. Pero estos dibujos de emociones pesimistas y referencialidad política tienen lugar en y a pesar de las instituciones, tienen un lugar aquí para hablarnos de una economía de afectos.

 

«El dibujo es menos que el mundo. Si dibujo un caballo, mi dibujo es menos que un caballo.
El ánimo del dibujo es imparable, de la libreta a la pancarta, práctica de libertad.» *

 

La hora rota. Muestra de Clara Esborraz hasta el 12 de agosto inclusive, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Av. San Juan 350. San Telmo. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

 

* Ikebana política. Claudia del Río. Editorial Iván Rosado.

La línea editorial de la revista El Gran Otro acepta el lenguaje inclusivo por el que ha optado su autora.