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10 enero, 2020

El oficio de ser poeta y escritor: un traductor de la época

Por Maxi Moncalvillo

El oficio de ser poeta y escritor: un traductor de la época

Entrevista a Matías de Rioja

Si tuviera que buscar un común denominador en los textos de Matías de Rioja que lo definan, sin dudas elegiría la sencillez con la que escribe, comunica, expresa, siente, dice. Sencillez y profundidad, agregaría. Porque en un contexto donde las redes sociales parecen ser (o, lo son) protagonistas y abanderadas de las frases de autoayuda, los consejos para el bonvivir cotidiano, aquél que siempre nos interpela en la falta para alcanzar “la felicidad”, para superar adversidades, desasosiegos y limitaciones que la vida y la realidad nos imponen con prepotencia y sin anestesia, la poesía de Matías de Rioja se va instalando en las tramas de la vida cotidiana y viene a proponer lo contrario a un analgésico para los dolores y malestares de la sociedad urbana: provoca y hurga en la herida abierta, con palabras que invitan (incitan) a la reflexión y que buscan suturar, sanar, (re) componer; con pasajes que tienden a subsanar dolencias cotidianas en las subjetividades actuales, y no lastimar o romper o posponer. Si hay una constante en los trazos de Matías, esa es la amorosidad y la empatía con la que despliega todos sus recursos literarios.

Matías de Rioja trae bajo el brazo, en su andar pausado y en su pluma serena, el aire de la Patagonia que lo vio crecer. Nacido en la ciudad de Cipolletti, Río Negro, se instaló en Buenos Aires por segunda vez, con la intención de desarrollar aquel potencial con el que se fue de su ciudad natal: la escritura. En Buenos Aires ya publicó su segundo poemario con la editorial El ojo del mármol, y por estos días acaba de firmar un importante contrato con la editorial Hojas del Sur para publicar sus novelas que aún no han visto la luz.

En esta gentil entrevista que nos otorgó, abordamos diversos temas que el público lector quiere conocer.

 

 

¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿te propones sentarte a escribir o es algo que surge, irrumpe en distintos momentos?
Son las dos cosas, no es “o”, es “y”. Antes esperaba la “inspiración” para sentarme a escribir, con una idea, un disparador, y ahí me sentaba. Ahora, con el correr del oficio, hay una cuestión más de ritual, me siento a escribir, incluso sin tener en claro la idea, y terminan apareciendo muchas veces textos que no sabía que tenía.

¿Cuándo se transforma en un oficio aquello que comenzó como una práctica esporádica?
Después de la publicación del primer libro de poemas. También haber venido a Buenos Aires a vivir, la búsqueda de escribir una novela y ponerme a trabajar en ese proyecto, ya no solo como un hobby o un juego de escribir es mis ratos libres, sino como una necesidad también de sistematizarlo y de buscar mejorar en este oficio, empezar a buscar cierta recurrencia y organizarme en pos de mejorar mi escritura.

¿Cómo surge o pensas el trabajo de un libro?
Como me dijo una vez un maestro, una persona que admiro mucho, Carlos Skliar, “el libro llega solo”, nadie se propone a escribir un libro, o por lo menos no yo, me parece demasiado ambicioso. Yo me propongo escribir y la sumatoria de escritos termina naturalmente en un libro, si uno tiene la posibilidad de publicar. Te podés sentar a escribir un cuento o una novela, pero que eso se convierta en un libro es un segundo paso. Uno de los grandes errores que se comenten, al menos que yo cometí, es pensar “voy a escribir un libro”, en todo caso uno escribe textos que después se podrán convertir en libro, depende la suerte, la voluntad de uno, del deseo.

¿Cuándo apareció/salió ese primer libro?
En línea con lo que te decía recién, fue consecuencia de algo que comenzó siendo lúdico cuando abrí un blog hace diez años atrás, y empecé a subir textos ahí, después compartir esos textos también en las redes sociales, ver misteriosamente que esos textos se empezaban a replicar, multiplicar, y la mirada del otro me fue dando la confianza para hacerlo. De Cipolletti vine a Buenos Aires, me asesoré, fui a editorial Dunken, publiqué con ellos. La primer tirada se agotó enseguida, se editaron más y se volvieron a agotar, y ahí es donde empieza esta cuestión del “hobby” a tramitarlo y/o a pensarlo como un oficio, primero porque me habita un profundo deseo de escribir. Además de ser psicólogo y docente, empecé a descubrir que la escritura, como apasionado lector que soy, fue (y es) una consecuencia natural de haber leído siempre. Se publicó ese primer libro y me vine a vivir a Buenos Aires con un amigo que es músico, con un proyecto de hacer algo juntos con mis textos y su música, que al final mutó en otra cuestión. Hace dos años publiqué el libro de poemas, “Tal vez esperabas otra cosa” con una editorial independiente pero específica de poesía, que es El Ojo del Mármol. Mientras ese libro salía yo ya estaba escribiendo mi primera novela, que empecé a corregir con Luis Mey, un escritor que tiene muchas obras publicadas. La terminé, y ahora estoy trabajando en una segunda novela, y a la vez esos dos poemarios que publiqué de manera independiente los voy a publicar por una editorial, que acabo de firmar el contrato, que es Hojas del Sur. Se van a reeditar, más otros textos inéditos, en un solo libro. La intención es publicar primero el poemario completo, y después la novela.

¿Cómo surge la idea de escribir esa primera novela, siendo que venías trabajando más bien en poesía?
En verdad yo nunca fui un gran lector de poesía, mi lectura más bien siempre fue narrativa, novela o cuento. Algún libro de poesía de Benedetti, o algunos poemas de Borges, pero en verdad yo me convierto en poeta porque me empiezan a adjetivar así los demás. Amigos y personas que yo admiro mucho, como Vicente Zito Lema y Carlos Skliar, me empezaron a decir poeta, ahí entendí que yo estaba haciendo poesía, que mis textos eran y son poesía. Desde mi ignorancia pensaba que la poesía era y podía ser nada más aquella clásica, pensaba en Becker, Borges, pero después me di cuenta que con las redes sociales el espectro de la palabra “poesía” era mucho más amplio, como dice Fabian Casas “uno puede hacer poesía con el ruido del motor de una heladera”. Y sin embargo me dije “quiero hacer algo de lo que a mí me gusta leer”, y como a mí me gusta leer novelas, me dije “quiero escribir una novela”. Mi deseo se jugaba ahí. Y comencé en esa búsqueda, que fue mucho más dificultosa de lo que yo pensé, por eso tuve que aprender mucho, le agradezco siempre a Luis Mey su paciencia, porque es un proceso de escritura y corrección casi permanente. Es un “maratón”, hay que regular el aire, hay que tener paciencia, constancia, hay que entender que es largo y que nada garantiza nada, no desesperarse en querer publicar. Por eso siempre vuelvo a la ideal del “oficio”, la idea es escribir, lo otro llega solo o no.

¿Qué nos podes adelantar de esa primera novela?
Es una historia iniciática de un grupo de amigos, entre la infancia y la adolescencia, el protagonista es uno de ellos y permanentemente hay una elipsis entre pasado y presente. El protagonista de la novela es psicólogo, hay algunas cuestiones biográficas ahí que todo el tiempo se juegan, que trabaja con pacientes oncológicos y va todo el tiempo jugando entre pasado y futuro, explicando el presente que es bastante turbio y crítico. Van pasando una serie de circunstancias negativas, va tomando malas decisiones, que se explican de todas aquellas cosas que pasaron y que se van develando a medida que avanza la novela. Como psicólogo quería mostrar el “lado B” de la profesión, mostrar un psicólogo que se equivoca, que falla, inútil, un psicólogo más humano, teniendo en cuenta que la literatura está llena de psicólogos que resuelven con una frase, con una palabra y terminan “mágicamente”. En este caso, el protagonista de la novela no, a este psicólogo le sale todo al revés.

Siendo psicólogo, y teniendo en cuenta la historia de la novela, ¿cómo y cuál es el vínculo que tienen tus textos con la psicología? Y, ¿cuánto de psicología o psicoanálisis hay en ellos, si es que los hay?
Me tuve que reconciliar con un montón de cuestiones, como todo. En un primer momento decía: “bueno, soy psicólogo, y soy escritor por otro lado, y soy docente por el otro”, y en realidad soy todo eso junto. Es imposible que me siente a escribir y me escinda del rol de psicólogo o docente, y con todo el acervo que tengo de psicoanálisis, de haber hecho y de haber leído. Y a la hora de escribir todo eso sale, a veces más inconsciente que otra, pero sale, ni siquiera suele ser una búsqueda voluntaria. Me comenzó a pasar que al ir a distintos lugares a leer se me acercan personas y me dicen “tu poesía es terapéutica”, y esa idea a mí me enojaba un poco porque sentía que yo no hacía autoayuda y no me quería pegar a ese lugar, pero después entendí que no puedo renegar de lo que el otro me devuelve. Si alguno de mis textos al otro le alivió algún malestar o lo emocionó, está buenísimo que suceda así. Y con la novela, a diferencia de la poesía, sí me parece que tanto mi experiencia de trabajo como psicólogo en diferentes instituciones, más mi formación académica, más la docencia, me da material para la ficción, y tomando a Lacan, ya que hablamos de psicoanálisis, pienso que “la subjetividad se arma como una ficción”. Si es realidad o ficción, al lector no le debe importar, y al escritor, menos. Intento que haya más hipérbola, más ficción, pero obviamente se me escapa lo biográfico también.

¿Qué temas son recurrentes en tus textos, en tu poesía, en tu escritura?
No escapo a los grandes temas universales. Luis Mey dice que hay diez temas sobre los que escribimos, y yo creo que lo hacemos sobre el amor, la muerte, la tristeza, la familia, la relación con el otro, los viajes. En los últimos tiempos, por algunas influencias y por mi formación docente, siento que estoy en una búsqueda ética, de cierta “eticidad”, en mi poesía, en cuanto a la época y en cuánto a la búsqueda de ser alojados por los otros. Es decir, pensar la vida desde los otros y no desde uno, en una época que está tan bombardeada por el “yo” y por el “ego”. Busco que mi poesía responda por el otro también, por eso siempre suelo decir, o utilizar en alguno de mis poemas: “la poesía como una mano tendida”. Escribo para los otros, no escribo para mí, sino me masturbo.

 

Manifiesto
Ante los imperios cotidianos,
ante los manuales de instrucciones,
ante las farmacéuticas de la felicidad,
vengo a compartir aquí mi derecho a réplica.

Cansado de fingir en la oficina,
y de maquillar de solemnidad mi rostro,
vengo a proponer aquí mi deseo de la risa sin motivo,
del llanto porque sí,
de la morosidad de razones,
de la equivocación perpetua.

Contra los dictadores de la moral y las buenas costumbres
Manifiesto mis ganas de las manos en los bolsillos,
de extrañar más allá de los domingos,
de tropezar mil veces con la misma piedra,
de jugar en los velorios.

En la era del goce constante,
y la fiesta permanente,
reivindico mi afición a la duda,
a decir que no,
a que duela lo que duela,
a la mudanza de ideas,
a sentirme incapaz.

Frente a los sepultureros de emociones,
y los traficantes de pastillas,
sostengo la bandera de la tristeza honesta,
de la carcajada impuntual,
del beso en los hospitales,
de los celos en los bares,
del abrazo a los desconocidos,
a perder el equilibrio.

A los mercenarios de la salud,
y los medidores de existencias,
propongo el derecho a los dientes torcidos,
a la panza polimorfa,
al miedo a las agujas,
a la aversión a las dietas,
al vino con soda,
y al té con miel.

Ante los alguaciles de la producción
y titiriteros del orden,
defiendo el ejercicio del ocio,
la compulsión a los libros,
la siesta sin relojes,
los días llenos de hacer nada,
a llegar siempre tarde.

Y a quienes comercian angustias,
e imponen felicidad,
les propongo el derecho a la frustración,
a la hipocondría de certezas,
a la ignorancia emocional,
a enamorarse con muletas,
a vivir una profunda,
nómade
e incompleta existencia.

 

 

¿Crees que la poesía puede ser pensada como una forma de militancia?
Al principio creía que no, decía: “la poesía no tiene por qué ser política”. Sin embargo, “lo personal es político”, y entonces en mi poesía también se cruza lo ético con lo político y lo literario, es decir, hay textos que uno puede verlos más literarios y otros más políticos, sin perder de vista siempre la poiesis, de generar metáforas, imágenes, y esa forma de lo poético. Lo poético, lo político y lo ético se funden, se encuentran.

Si tuvieras que elegir una palabra que te defina como escritor, poeta, ¿elegirías alguna propia, algo que te hayan dicho?
Hay algo que me dijeron en la presentación del primer libro. Se acercó un hombre, que no conocía, y me dijo: “sos un gran traductor”, y no sé si me gustó, si lo terminé de entender en ese momento, pero es algo que me vuelve todo el tiempo, “sabes decir lo que yo no puedo”, y esta idea de poder traducir emociones, sentimientos. Hoy me reconcilio con esa idea, quizás si alguna virtud tengo, es poder traducir, transmitir eso que es genérico, que es universal, que a todos nos atraviesa, de una manera poética.

En relación a lo que decís, ¿sentís que encontraste tu voz poética, tu voz propia en la escritura?
Sí, justamente: la voz del traductor. Cuando ya tuve bastante material, y en ese momento de ver si publico o no publico, en realidad es porque amigos, gente que yo admiraba mucho, me decía, “vos ya lograste lo más difícil, que es tener tu propia voz”. Y ahí me dí cuenta que ya había encontrado cierto ritmo, musicalidad, un sonido particular.

¿Cuáles fueron, son, tus influencias en relación a la escritura?
De chico leía a Stephen King, hasta que un amigo de la adolescencia me regala Demian de Hermann Hesse, y ese autor me fue llevando a Dostoievski, Tolstoi, a Chejov. Hasta ese momento siempre había sido bien europea mi lectura. Leí los clásicos, porque sentía que tenía que leerlos, como un deber ser. Entre esos clásicos, aparece Rayuela de Cortázar, lo leo, y me pasa lo que les ha pasado a muchos adolescentes, me enamoré de su escritura y pasó a ser casi como un “ídolo pop”. Eso fue mutando, y a los ídolos uno los va matando, y va cambiando, y ahí es donde me conecto con Clarice Lispector por ejemplo, y empiezo a leer más literatura contemporánea, que era una gran deuda mía. Descubro que hay muchos autores y muy talentosos, como los son Luis Mey, Carlos Skliar, que ya he nombrado.

¿Te encontrás con algo de ellos en tu escritura, en tus textos?
Todos somos imitaciones, “grandes robadores”, inconscientemente, claro. Siempre digo, si uno toda la vida escuchó a los Beatles, cuando te pones a tocar la guitarra, probablemente te salgan temas de los Beatles o hagas canciones parecidas a ellos, es decir, porque es la música que uno lo ha acompañado. Cuando me puse a escribir encontré resortes de todos esos autores que me venían acompañando. Es el lenguaje, es esa música, que un poco tienen mi impronta, tienen mi voz, que en verdad es la confluencia de muchas voces que me antecedieron y que son mucho mejores que la mía.

¿Qué libros o autores/as tenes a mano, o volvés a leer?
Soy un lector desordenado, tengo los autores que son “de batalla”, pero ahora estoy mucho más heterogéneo, ampliando mis horizontes y conectándome más con la literatura norteamericana, que no había explorado en sus clásicos, como Salinger, Carver, Fante, Bukowski, pero siempre volviendo a los contemporáneos, argentinos y latinoamericanos, como Mariano Quirós, Debret Viana, Fabián Casa, Luis Mey, Juan Sklar.

¿Cómo ves el actual circuito de la poesía en la ciudad de Buenos Aires?
Suelo ser perezoso para concurrir a ese tipo de eventos, y es una picardía, porque no solo me pierdo de conocer a poetas, sino que también a personas, pero me cuesta salir, en esto de ser pueblerino me cuesta tomar un colectivo y viajar una hora para ir a algún lugar. Pero me gusta leer en público, a veces lo hago, me gusta mucho el feedback que se genera, muy emotivo, intenso. El año pasado inauguramos un ciclo o espacio con Edgardo Kawior, un productor, escritor y psicólogo también, que venía de trabajar con Rolón y con Casciari. Me propuso hacer un espectáculo con mi poesía y el pianista Pablo Citarella. Hicimos durante todo el mes de junio en la sala “Borges 1975”, el ciclo que se llamó “Pretextos para piano y voz”, y después el ciclo continuó con otros músicos y otros escritores también. Pasaron por ese mismo formato Casciari, Gonzalo Unamuno, Enzo Maqueira, Debret Viana, Mey, Skliar, entre otros.

 

 

Publicaciones:
“Mufasa no debió morir (escritos por si acaso)”. Editorial Dunken, 2014.
“Tal vez esperabas otra cosa”. Editorial El ojo del mármol, 2017.