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16 diciembre, 2011

Un ciclista taiwanés por las rutas argentinas

Strong Wu partió de su país el 1 de junio del 2010, sin siquiera imaginar las amistades que sembraría del otro lado del globo.

Después de recorrer en su bicicleta 21.000 km y 15 países durante un año y medio, este joven de treinta años pisó suelo argentino. Mendoza, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego lo recibieron con los brazos abiertos, compartiendo su cultura y sus paisajes.

El esfuerzo por cumplir el sueño de llegar al fin del mundo valió la pena. Cuando el último pedazo de tierra estuvo bajo sus pies, su emoción fue insondable, manifiesta, palpable. Había enfrentado el duro viento patagónico, el intenso calor cuyano y los caminos desérticos de la ruta 40. Gracias a las manos amigas argentinas, al aliento de muchos y, sobre todo, a la solidaridad de hasta el más humilde de los lugareños, Strong culminó su aventura por América.

Esta podría ser una historia más, pero no lo es: es una de la tantas pruebas de que los límites del mundo solo los pone el hombre; de que la solidaridad, la amistad y la unión son utopías alcanzables y necesarias. Taiwán y Argentina se unen una vez más y lo hacen, en esta oportunidad, a través de una bicicleta.

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