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17 diciembre, 2011

¿Maravilla natural o monumento a la depredación?

Por: Walter Raymond.

 

Represas hidroeléctricas que regulan el caudal del Iguazú, contaminación en la alta cuenca, desmontes, caza, tala ilegal y especies en extinción. Bienvenidos a la nueva maravilla natural del mundo.

Es un gran espectáculo, sin dudas. Las aguas marrones del río se aceleran en apagados sonidos y fugaces brillos, como preparándose para el gran acontecimiento. De pronto, ya sin lecho que las sustenten, se dejan caer al profundo vacío de más de cincuenta metros. El fragor de su hazaña resuena en un eterno y húmedo trueno, que se eleva lentamente hacia el cielo en una nube bordeada de fulgentes arco iris. Usted está en las Cataratas del Iguazú.

Esas aguas que maravillan llegan a las cataratas luego de atravesar centenares de kilómetros y áreas altamente contaminadas con residuos industriales, domiciliarios y agroquímicos. Se demoran en los lagos artificiales de cinco represas hidroeléctricas y riegan miles de kilómetros cuadrados de sembrados. Sin embargo, usted está ante una de las recientemente declaradas siete maravillas naturales del mundo, las Cataratas del Iguazú.

De la escasa selva que circunda a las cataratas, sobresalen construcciones que nada tienen que ver con un entorno natural. Surgen de ellas distintos senderos y caminos que parcelan la vegetación. Arriba, en el aire, el regular y casi constante tableteo de las aspas de los helicópteros a baja altura ahoga el trinar de los vencejos de cascada. Un poco más lejos, un aeropuerto internacional dentro de un parque nacional y una red de rutas y caminos terminan por desangrar la Selva Paranaense. Usted está ante una de las nuevas maravillas mundiales de la naturaleza, las Cataratas del Iguazú.

La exuberante selva que alimentaba al río cubría una superficie superior al millón de kilómetros cuadrados en un área comprendida por los estados brasileños de Paraná, Santa Catarina, sur de São Paulo y norte de Rio Grande Do Sul, llegando a cubrir también el este paraguayo y casi la totalidad de la provincia de Misiones, en Argentina. De aquella Mata Atlántica, hoy apenas quedan retazos y un área continua de selva menor a los 12.000 kilómetros cuadrados, que continúa en retroceso.

Ante este panorama, corresponde plantearse si las Cataratas del Iguazú representan una maravilla natural del mundo o debiéramos admirarlas como un tozudo recordatorio de la naturaleza, que resiste y señala nuestra falta de respeto hacia el entorno natural y nuestra feroz capacidad de depredación.

 

Un río y una selva devastados

El río Iguazú, «agua grande» en guaraní, nace en las sierras atlánticas del sur de Brasil. Su cuenca abarca unos 62.000 kilómetros cuadrados, en los cuales la selva original ha casi desaparecido ante el avance de las actividades agropecuarias, las urbanizaciones, la ocupación de tierras y los lagos artificiales de represas hidroeléctricas.

El río transita a través de unos 1.200 kilómetros entre saltos y meandros en territorio brasileño. Los últimos 100 kilómetros son compartidos entre Argentina y Brasil, su límite internacional. La inexistencia de un tratado de administración del río entre ambos países permite que Brasil disponga de sus aguas unilateralmente para responder a sus necesidades de generación de energía.

Cinco represas ahogaron la belleza de muchos saltos o pequeñas cataratas que se distribuían a lo largo de su curso. La represa de Salto Caxias tiene una altura de67 metros y embalsa una superficie de 131 kilómetros cuadrados. Salto Osório se eleva 56 metros y embalsa 51 kilómetros cuadrados. La represa de Salto Santiago, de 80 metros de altura, embalsa un lago de 208 kilómetros cuadrados. En Salto Segredo, la altura es de 145 metros y embalsa 82 kilómetros cuadrados. Por último, en Foz de Areia, la altura es de 160 metros y embalsa un lago de 167 kilómetros cuadrados. Pero aún no es suficiente: está prevista otra nueva represa, muy cerca del límite con Argentina, denominada Baixo Iguazu o Capanema.

Esta situación hace que el imponente y sobrecogedor caudal del río, que sorprende a turistas y visitantes, no sea consecuencia natural de las lluvias o del equilibrio hídrico de su selva. Es simplemente el excedente de las necesidades de producción de energía de cinco represas río arriba,  que pronto serán seis. La gran maravilla natural queda reducida a apenas una falla geológica y al criterio de técnicos e ingenieros que deciden, día a día, qué caudal de agua conceden a las Cataratas del Iguazú.

 

La silenciosa y decadente agonía

En el último tramo del río, circundando a las Cataratas del Iguazú, se encuentran los parques nacionales Do Iguaçu, de Brasil, con una superficie de 186.000 hectáreas, e Iguazú, de Argentina, con 67.000 hectáreas. Ambas superficies representan el último territorio conservado más extenso de la antigua selva y uno de los esfuerzos más serios de protección, junto con un reducido aporte de reservas privadas.

Sin embargo, esa pequeña superficie es el mayor refugio de la biodiversidad regional. Más de 124 especies de mamíferos, incluyendo al yaguareté (Panthera onca), unas 500 especies de aves, como la fabulosa águila harpía (Harpia harpyja), 300 de peces y una gran cantidad de vertebrados e invertebrados. Se han registrado también unas 250 especies de árboles y 85 variedades de orquídeas, con centenares de especies de mariposas e insectos.

En la región no solo los animales y las plantas están en retroceso y deben aislarse en reservas para poder sobrevivir. Las últimas comunidades de los mbya guaraní, antiguo pueblo aborigen de la región, están siendo marginadas y expulsadas por la deforestación, la caza legal e ilegal, la privatización de sus tierras y la transculturización. «No necesitan amenazarnos para que dejemos este lugar. Saben que, si nos sacan el monte, nos vamos, y es eso lo que están haciendo». Estás palabras de Artemio Benítez, cacique de la comunidad Tekoa Yma, resumen la situación.

La promoción turística de la región se reitera en mostrar atractivas imágenes de los saltos de las Cataratas del Iguazú y del mayor felino de la región, el yaguareté. Ya hemos visto que las cataratas son apenas una falla geológica con un caudal de agua regulado por las represas situadas río arriba. La imagen de una supuesta naturaleza salvaje está representada, paradójicamente, por un animal perseguido, acorralado y en extinción, cuya población se ha estimado recientemente en apenas 50 ejemplares para la región.

En la zona de cataratas, pobladores afirman off de record, pero niegan públicamente, ciertas prácticas reprobables de algunos lujosos alojamientos que, para deleitar a sus turistas y ganar más clientes, atraen aves y mariposas con cebos y subrepticias costumbres de alimentación. Peor es el caso de los monos, atraídos de manera secreta con frutas y alcohol; los monos pueden proporcionar un gran espectáculo de chillidos y monerías entre las ramas de los árboles, mucho más si es previsible su ubicación y están borrachos. El turista no lo sabe y se maravilla de este espectáculo «natural».

Las áreas protegidas tampoco representan una plena seguridad para la fauna y la flora autóctonas. La caza y la tala ilegales en áreas protegidas son casi una industria en la región. Los grandes felinos, como el yaguareté, el puma, el gato onza, el tirica o margay, son cazados por su piel o partes de su cuerpo. Tapires, carpinchos, pecaríes, pacas, venados y corzuelas, por su carne. Hasta los dorados y las bogas de ríos y arroyos son presa de cazadores y pescadores furtivos. Por su parte, el palmito y árboles de cotizadas maderas siguen cayendo bajo el machete o el hacha furtiva. ¿De qué maravilla natural estaremos hablando?

 

La cara lavada siempre resulta más natural y sincera

Las Cataratas del Iguazú fueron elegidas recientemente como una de las nuevas siete maravillas naturales del mundo. La iniciativa, surgida de una organización privada, permite posicionar uno de los principales atractivos turísticos de Argentina como un destino de elección preferencial para el turismo mundial. El efecto esperado es que la intensa campaña de márketing realizada pueda generar un significativo incremento del número de visitantes anuales y, en consecuencia, mejores resultados económicos para el sector turístico regional.

Quizás usted, lector, pueda considerar que este artículo contiene una visión negativa y exagerada de la situación del entorno de las Cataratas del Iguazú y que no corresponde relativizar la imagen del principal atractivo turístico de Argentina. Sinceramente nos gustaría que puedan demostrarnos que al menos uno solo de los varios hechos lamentables mencionados en esta crónica es inexacto. Es que nuestro error significaría un mejoramiento de la dramática situación que vive la Selva Paranaense.

Creemos que las cataratas no necesitan de un maquillaje inadecuado para lucir bien. La cara lavada siempre resulta más natural, atractiva y sincera.

 

walter@refugiosnaturales.com.ar

 

Fuentes:

Análise ambiental das áreas ribeirinhas do rio Iguacu: municipios de Sao Mateus Do Sul a Uniao Da Vitória PR e Canoinhas a Porto Uniao SC. Gilberto Luís Goncalves. Curitiba, 2007.

Ecosistemas de la Cuenca del Plata. Comité Intergubernamental Coordinador de los Países de la Cuenca del Plata. CICPLATA.

Matas filiares e degradação da paisagem da área lindeira do médio Iguaçu. Helena Edilamar Ribeiro Buch. Curitiba, 2007.

«Projeto Aguas da Amanha. O rio Iguaçu pede socorro». Gazeta do Povo.

Visión de biodiversidad de la ecorregión del bosque atlántico del Alto Paraná. World Wildlife Fund y Fundación Vida Silvestre Argentina, 2003.

Situación ambiental en la ecorregión del bosque atlántico del Alto Paraná (Selva Paranaense). Guillermo Placi y Mario Di Bitetti.

El silencioso genocidio de los Mbya Guaraní en Argentina. Dr. Raúl A. Montenegro, biólogo, presidente de FUNAM y profesor titular de Biología Evolutiva en la Universidad Nacional de Córdoba, premio Nobel Alternativo 2004.

Fuentes propias y relevamiento en la región.