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3 abril, 2020

Escribir desde el borde

Por Nadia Paz

Escribir desde el borde

Quiltras es el primer libro de cuentos de la escritora Arelis Uribe, una joven autora chilena de comprometido pensamiento político y feminista.

 

«Me dan más miedo los paisajes vacíos que los repletos de gente, no se porqué», afirma Arelis Uribe en Bestias, el segundo de los cuentos que conforman Quiltras, su primer libro de la editorial Los Libros de la mujer rota, oriunda de Santiago de Chile y que ya lleva sacadas siete ediciones.

Sus cuentos relatan, con un detalle minucioso, momentos, historias y situaciones de la adolescencia de diferentes mujeres – por momentos niñas – que comienzan a comprender el mundo que las rodean. El despertar sexual, los juegos de la niñez y las escenas cotidianas que llamaron su atención, aquellas visiones desde una mirada externa de situaciones que suceden en la pasividad de la repetición rutinaria. También, cómo es crecer y atravesar la adolescencia en la clase media, media baja, de un Chile en plenos años 90 y 2000.

«Yo no hablo inglés, vivo en un barrio que no es burgués» dice la letra de una canción de la banda Supernova, con la que dá inicio el libro. La frase anticipa que las historias siguientes serán diferentes a la literatura que acostumbra leer un país latinoamericano que mira hacia el norte, que será una escritura que se meterá en lo profundo, en aquellas cosas que se miran desde el costado o se ocultan bajo la alfombra de la hipocresía social.

Se les dice Quiltras a los perros callejeros, sin raza, que no tienen un origen determinado, que no se sabe de dónde vienen ni a dónde van. En este libro, Arelis revaloriza ese lugar, se para desde allí para hablar de feminismo, de clases sociales, de desigualdad, del capitalismo y sus bordes. «Me doy vuelta y lo que encuentro es un quiltro. Chico, negro y moviendo la cola. Es ese típico perro que aparece en la ruta, esos perros que vienen y van, que a una le tocan por azar, como las monedas o los billetes, y que son imposibles de reconocer en un reencuentro. Perro dueño, escuché una vez que se llaman. Entonces descubro que le cuelgan las tetas de recién parida. Es de madrugada y anda sola, pienso. Imagino que sale de noche a buscar algo que darle de comer a sus cachorros durante el día. La invito a que me siga y ella se suma. Ahora somos dos trasnochadoras haciendo soberanía por las calles de Gran Avenida», narra en Bestias.

Arelis escribe desde el límite. Atraviesa los márgenes sociales abordando las violencias que cotidianamente soportan las mujeres, las disidencias sexuales, los pueblos originarios, los animales, las juventudes, los pueblos del interior del país. Relata el desencanto de lo naturalizado por una sociedad que parece dormida en la rutina.

No casualmente las protagonistas de los cuentos son mujeres, historias de mujeres, que atraviesan soledades, incertidumbres, miedos, sólamente por su condición de ser mujer en un mundo dominado por el sistema patriarcal. «Lo más repugnante es que en mi familia nunca hablamos de esto. Digerí las palabras y miré a mi prima. Las dos estábamos pensando en los mismo, en lo putrefacto y virulento de los secretos familiares silenciados» se cuenta en Ciudad Desconocida.

El libro también es una invitación al recuerdo de quienes han vivido aquel tiempo en que la vida, las relaciones humanas, no estaban atravesadas – mediadas- por la tecnología, como en los tiempos que corren. Se sumerge en los momentos de la adolescencia en la que internet aparece como novedad, como una cosa más dentro de todo aquello que conforma el universo simbólico de los jóvenes. En rockerito83@yahoo.es relata la experiencia virtual de una joven protagonista que conoce a su pololo (novio en el léxico chileno) a través de internet y cómo, a partir de allí, se construye el imaginario que sostiene la relación a distancia a través del tiempo. «Era sábado a la noche, el único momento de la semana en que mi mamá me dejaba conectarme a internet (así salía más barato y no le ocupaba la línea de teléfono) y estaba descargando Flema para saber cómo era el punk. De repente alguien me habló. «Wena, Weon», dijo. No sé porqué no mentí. Le contesté y aclaré que yo era mujer. Empezamos a conversar. Ya ni me acuerdo de qué. Lo que sí sé es que dijimos nuestros nombres verdaderos – Camila, Javier -, intercambiamos números de ICQ, de ahí nos agregamos a Messenger y al poco tiempo nos enviabamos emoticones de corazón».

Quiltras envuelve a los lectores en cada cuento y los lleva sin descanso en un camino plagado de referencias a sus propias historias personales. Es difícil soltar el libro, una vez que se lo ha comenzado. La escritura cercana y liviana se vuelve compañera de recuerdos propios que se retuercen en lo más profundo y pesan como plomo. Cientos de historias de desigualdad, violencia física, simbólica y machista emergen a la mente como producto de la lectura, que hoy en día, atraviesa el campo de la literatura toda entera y se esparce en todas las áreas de la sociedad. El libro es una invitación a dejar de contemplar los bordes para borrarlos a través de acciones concretas.