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25 febrero, 2022

CLAVES PARA VER A VITTORIO DE SICA

Por Maximiliano Curcio

CLAVES PARA VER A VITTORIO DE SICA

CONSTRUIR LA IDENTIDAD

En Italia, los paisajes desolados y la miseria devastadora de la Segunda Guerra Mundial son los temas que van a identificar al neorrealismo. Una porción europea social y políticamente deprimida durante la posguerra se hace eco de sus ruinas en el cine como testimonio vital, buscando comprometer al espectador de dichas problemáticas. Lejos del cine pasatista que propulsaban las célebres comedias fascistas de ‘teléfonos blancos’, los neorrealistas persiguen la intención de un artificio audiovisual que despierte conciencias y testimonie la triste realidad.

Los cineastas surgidos en esta época no consideran ético huir de la coyuntura ni válido que las películas se conviertan en un simple espectáculo de inmersión. Influenciado por films del realismo poético francés (corriente encabezada por el esencial Marcel Carné) y las novelas naturalistas de un joven Italo Calvino, el neorrealismo nace como un movimiento que narra historias veristas y personajes símiles al ciudadano medio, humilde y trabajador. Dentro de la homogénea camada, se destaca un prominente Vittorio De Sica, quien debutara, en 1940, con el film “Rosa Escarlata”.

 

 

Rodados con tratamiento documental, sus argumentos giran en torno de problemáticas cotidianas y de arraigo popular, como la pobreza, la violencia, la emigración y el hambre. Una puesta en escena naturalista y unas escenografías suburbanas y rurales -que van desde el sur al norte de Italia más empobrecido- establecen una conexión identificativa entre la psicología de los personajes y los paisajes, como vital declaración de intenciones. De Sica se consagra con “Ladrones de Bicicletas” (1948), obra cumbre neorrealista y epítome de su exitosa sociedad con el guionista Cesare Zavatinni, con quien luego realizaría la conmovedora “Umberto D” (1952).
En sendas obras magnas, podemos constatar que los films de De Sica, rodados mayormente en exteriores y con elenco no profesional, son de carácter coral y están protagonizados por antihéroes falibles, fácilmente identificables con el espectador. Este realizador practica un cine tan autóctono que captura un tipo específico de energía italiana. Sin lugar a dudas, estamos ante un artista realista hasta el extremo. Sus convicciones sociales y victorias morales nos traen imágenes de la Italia neorrealista. El uso de actores amateurs y locaciones naturales le otorgan libertad para emplazar circunstancias de connotación social que nos recuerda las narrativas que marcarían el curso de su filmografía.

 

Sus personajes superan obstáculos y trazan lazos afectivos, mientras el placer y el dolor se configuran como paradojas catárticas de estos seres constantemente enjuiciados y buscando escapar de la realidad. Apostando por un despojo escénico extremo, el uso de tiempos muertos y la recurrencia de guiones poco definidos, alcanza un nivel de improvisación que transmite veracidad y autenticidad. El autor de “Milagro en Milán” (1951) y “El Oro de Nápoles” (1954) habitó un tiempo cinematográfico en donde el neorrealismo cambió por siempre la forma de concebir el cine, gracias a su obra y la de sus principales exponentes, como Roberto Rossellini y su emérita trilogía de guerra. Influiría, además, en los tempranos estadíos artísticos de futuros referentes como Ettore Scola, Pier Paolo Pasolini y Federico Fellini.

Sabiendo reinventar su estilo, fue nominado al Oscar en 1964, por “Matrimonio a la Italiana”, haciendo brillar en pantalla a la exitosa dupla de Marcello Mastroianni y Sophia Loren. En sólidas tres décadas de trayectoria, desde “Rosa Escarlata” (1940) a “El Viaje” (1974), De Sica mantuvo firme su postura ideológica: las apariencias no pueden engañarnos. Sus semblanzas del matrimonio, los conflictos afectivos, el estilo cultural mediterráneo, el caos de la ciudad en su rutinaria incertidumbre y la idiosincrasia de cada comunidad que explora, nos muestran las convicciones de un cineasta de carácter. Las criaturas de De Sica luchan por sobrevivir a los dictámenes del destino. Saben del triunfo y la resistencia, a la pura manera italiana.