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20 abril, 2021

Dolores Reyes: “La violencia hacia las mujeres me atraviesa y me moviliza”

Por Verónica Glassmann

Dolores Reyes: “La violencia hacia las mujeres me atraviesa y me moviliza”

Dolores Reyes nació en la zona oeste del Gran Buenos Aires, en 1978. Es docente, feminista y madre de siete hijos. Estudió Letras Clásicas en la Universidad de Buenos Aires. Cometierra es su primera novela y pasó a ser un fenómeno de culto que es un éxito en Argentina. Sigue sumando ediciones en Europa y Estados Unidos, siendo traducida al inglés, francés, italiano y holandés. La historia da voz a personajes del conurbano, denunciando femicidios y violencia. Brutalidad poética y honestidad atraviesan cada una de sus páginas. Es una mirada hacia adentro, hacia el prejuicio y la pobreza. Es denuncia y pedido de justicia. Es, también, un  homenaje a las víctimas y el recuerdo hacia cada una de las mujeres que nos faltan.

 

Siempre que entrevisto a escritores trato de averiguar sobre las rutinas, métodos o esquemas que utilizan en el proceso de escritura y a vos en este caso es casi un deber, además, preguntarte, ¿cómo escribe una mamá de siete niñes?

Creo que hay muchísimo que se juega no solo en la organización, sino con el descubrir del propio proceso de escritura. Creo que escribiendo uno va descubriendo qué sirve, qué no y cómo organiza el propio proceso de alguna forma. A la vez, siento que te digo una falacia porque es bastante difícil organizar eso. A mí me sirve mucho usar el tiempo de las mañanas, mientras todos duermen y yo tengo, en ese momento, una energía de recién despertarme…estar un poco pegada al sueño, a lo onírico. Escribo de una manera particular a la mañana y no puedo alcanzar esa forma en el resto del día. Es difícil hacerse del tiempo con tantos niñes y tantas actividades, pero trato de levantarme antes que nadie, hacerme un café y escribir. Siempre me resultó muy productivo y, día tras día, va dejando sus frutos.

 

¿Cuándo se inicia tu camino como escritora?

Me concentro en escribir y eso ya es un montón, en meterme adentro del cuerpo de los personajes, en tratar de experimentar qué es lo que están sintiendo qué le pasa al personaje cuando come tierra, cómo la siente en la mano, cómo la siente ingresando al cuerpo, cómo la siente debajo de sus piernas sosteniéndole el cuerpo. Siempre metida en el proceso de escritura y no en ser una escritora; eso fue algo que vino extra después de que saliera el libro. Después uno tiene que empezar a pensar un montón de cosas que no tenía previsto como esto de dar entrevistas, participar en ferias, cosas que tienen que ver con el trabajo de ser escritora. No sé cuándo comenzó, lo que sí sé que empezó fue el deseo de escribir y el empeño de meterme bien adentro de la ficción que yo quería llevar adelante.

 

¿Qué habías escrito antes de Cometierra?

Antes de Cometierra había escrito cuentos, cuando era muy chica y cuando empecé a ir al taller de Selva Almada, hace unos siete años. Escribía cuentos y Cometierra, en algún punto, nació así, siendo un relato más, pero que se iba alargando y complejizando. Y quedó claro, en un punto, que la historia era tal que iba a ser imposible que eso fuera un cuento porque era más extenso, con más desarrollo de personajes, con otra materialidad de escritura y, finalmente, terminó siendo una novela.

 

¿Cómo fue tu paso por Letras? ¿Cómo es el recorrido en tu formación en talleres de escritura?

Mi paso por Letras para mí fue muy hermoso y, a la vez, se convirtió en un imposible. Muy hermoso porque lo recuerdo como los años más felices de mi vida. Eran días dedicados enteros a lo que más me gusta: leer, escribir, traducir, investigar. Leer con una pasión impresionante, con avidez, leer con otros, también, que es algo que me gusta muchísimo. Vuelvo a decir imposible ya que después de ese tránsito, que me dio muchísimo, sobre todo en la parte de clásicas, que me marco muy profundamente. Fue imposible seguir porque yo en un punto tenía una búsqueda que, claramente, no iba para el lado de la escritura académica. No me daba cuenta en ese momento, ahora me resulta mucho más claro. Además, había empezado a trabajar y los horarios me resultaban imposibles. Las materias tarde o la de los sábados ya las había hecho, entonces no podía avanzar. Por otro lado, estaba esta búsqueda que yo no sabía bien qué, pero que tenía que ver con escribir ficción, con escribir otro tipo de textos que no eran los que producíamos en Letras. Sigo pensando en esos años con muchísimo afecto, cariño, emoción y gratitud por todo lo que me dieron en cuanto a formación, pero después mi camino fue otro que tiene que ver con los talleres, con buscar la propia escritura, con buscar las formas de la ficción, los mecanismos, la escucha de los otros. Rebotar los textos con los otros me parece la mejor forma de contrastarlos, de hacerlos crecer y llegar a la mejor versión posible de una historia, que es lo que se hace en los talleres y clínicas literarias.

 

Contaste algunas veces que Cometierra nace a partir de un ejercicio de taller, con la imagen de “tierra de cementerio”, ¿de dónde nace este personaje principal y cómo se construye?

Cometierra nace en un encuentro en un taller. Cada uno de nosotros llevábamos nuestros proyectos de escritura y lo compartíamos con una escucha absolutamente atenta, siempre tratando de aportar algo en los textos de los demás y en sus procesos. Un compañero, que se llama Marcelo Carnero, leyó un texto muy poético que terminaba justamente en tierra de cementerio y fue ver a una nena sentada en ese lugar que mi compañero estaba nombrando. Verla apoyada sobre la tierra, estirando la mano hacia el piso y llevándosela a la boca y tragando de a puñados la tierra. Fue un impacto enorme. Pocas veces me pasó ver algo tan potente. Lo sentí enorme desde la posibilidad de narrar. Me pareció que era una escena para contar desde ahí y fue, exactamente, lo que trate de hacer. Construir esa imagen y ver qué podía salir. Lo primero que me cuestioné es que ella está comiendo tierra de un cementerio, es tierra muy particular porque está en contacto con otros cuerpos, qué es lo que pasa con eso y de ahí llegó la idea de que, quizás, algo del orden de la experiencia, del alma, de historia de vida podría haber pasado a  la tierra de la misma forma que la carne o la sangre o los pelos. Cometierra lo incorpora y puede ver o leer, de alguna manera, eso que la tierra le está mostrando.

 

 

 

¿Por qué Cometierra no tiene un nombre?

No tiene un nombre por varios motivos. Primero porque hay algo ahí que está ejemplificando, poniendo de manifesto lo que es ser un desaparecido o estar desaparecido. No alcanza con ser asesinado; implica ser borrado en la identidad, en la historia, en el nombre de la persona. Eso está ahí haciendo juego con que no tenga un nombre. Por el otro lado, está todo el estigma social de su don. Es un don de videncia y es, también, una carga muy fuerte,. Una suerte de maldición que la coloca en ese lugar, ser la cometierra, algo ligado a la pobreza, a la suciedad y al estigma.

 

Cometierra ayuda a entender mediante sus videncias qué pasó con los femicidios, ¿cómo se te ocurrió la historia?

Uno cuando se pone a escribir pone ahí todas sus obsesiones, su mirada, sus preocupaciones. Me parece que el tema de los femicidios y la violencia hacia las mujeres que está presente en Cometierra tiene que ver con esto, que, de alguna forma, es lo que me atraviesa desde muy chica, desde el caso María Soledad Morales hasta el día de hoy en donde hay un femicidio cada un poquito más de veinte horas. Me problematiza, me conmueve, me entristece, me hace sentir bronca, impotencia y me moviliza a hacer algo. Eso sigue estando presente cuando yo me siento a escribir; entonces, terminó siendo inevitable que saliera  y que estuviera ligado a los cuerpos y a la tierra que está en contacto con cuerpos cuyos finales no se conocen. Ahí está el femicidio, la desaparición de mujeres latiendo. Por otro lado, los asesinatos de mujeres siguen siendo un tema de las artes y la literatura, pero yo quería contarlo desde otras voces y ahí hay claramente una voluntad de narrar esto desde la perspectiva de la hija de un femicidio, entonces, aparece el enorme costo que tiene para todas nosotras todas las mujeres que nos faltan.

 

¿Por qué dedicas el libro a los sobrevivientes del femicidio y a Araceli Ramos y Melina Romero?

Melina y Araceli son dos femicidios que me conmocionaron absolutamente. Araceli, porque vivió en Pablo Podestá, que es donde yo trabajo, y tomó el mismo colectivo que tomo yo todos los días para volver a mi casa. Fue hacia esa zona buscando un trabajo, escribiéndole, mientras, a su madre lo contenta que estaba por haberlo conseguido y lo que fue a buscar, en realidad, fue al femicida. Fue a encontrarlo. Melina Romero, por la enorme violencia a su cuerpo y a su persona, una chica que fue desaparecida, asesinada, violada por una manada en Pablo Podestá. Su cuerpo era buscado, día a día por la policía y los investigadores, entre las casillas donde viven mis alumnos. Entonces, muchas de las novedades del caso me llegaban antes por mis alumnos que por los medios. Eso me conmovía un montón. Ver a sus amigas tratando de exigir justicia en el medio de la más absoluta impunidad, porque hasta el día de hoy nadie está preso por este femicidio tan bestial. Ver el menosprecio de su vida por parte de los medios que la tildaron de fanática de los boliches o la piba que había dejado la escuela y estaba perdida. Eso, también, me dolió un montón y, de alguna forma, lo que me permitió esa dedicatoria fue hacer que nos las olvidaran. Una mínima satisfacción, construir o colaborar en la memoria de ambas que están enterradas en el cementerio de Pablo Podestá, a ciento cincuenta metros de la escuela 41 en la que trabajo. Que no las olviden, seguir contribuyendo a pedir justicia para todas.

 

Tu libro fue elogiado en el New York Time y también recomendado por la popular periodista y presentadora Oprah Winfrey. ¿Qué te pasa cuando ves ese reconocimiento internacional?

El libro estuvo en una nota muy linda que mencionaba a los libros más interesantes del año, era precioso lo que decía y es, por supuesto, un montón que el New York Time o el Babelia de España, que es el suplemento cultural más prestigioso en habla española, hayan puesto a Cometierra como uno de los libros del año. Y lo de Oprah fue increíble, que saliera recomendado por ella en su revista que la siguen millones de personas. Es muy conocida porque tiene toda esta sección de recomendar libros. Primero, fue una sorpresa, por supuesto, y después algo súper satisfactorio. En un punto también fue irreal porque como queda todo tan lejos e incluso en otra lengua y en otra cultura es como un poco increíble. Como si el libro se hubiese ido de mis manos teniendo traducciones y otras ediciones preciosas en otras lenguas. Camina solo, hace sus recorridos y genera esto que es otras lecturas en otras culturas.

 

¿En qué estás trabajando actualmente?

Estoy trabajando en la segunda parte de Cometierra en forma muy cotidiana. Todos los días me levanto y estoy algunas horas con la computadora tratando de avanzar y de desarrollar una trama, que ya tengo toda delineada, pero, también, vamos a ver por dónde me lleva. Además, estoy escribiendo cuentos en los que trabajo muchísimo, cuentos largos, con más de veinticinco páginas cada uno, que me llevan mucha dedicación y trabajo de escritura.

 

¿Cuáles son tus libros y autores preferidos?

Tengo muchísimas autoras, pero voy a mencionarte las argentinas. Sara Gallardo con  Eisejuaz que me parece un libro fundamental, al igual que Río de las congojas de Libertad Demitrópulos. Son dos autoras que tienen que ser leídas sí o sí. Son centrales para mí en la literatura argentina. Podría seguir con Silvina Ocampo y con tantas otras. Voy a ser injusta olvidándome de escritoras. Alejandra Pizarnik, a la que vuelvo siempre. Contemporáneas, leo mucho a Gaby Cabezón Cámara, Selva Almada, por supuesto, Mariana Enriquez, Samanta Schweblin, disfruto un montón sus trabajos. Hay muchísimas escritoras a las que admiro. También soy muy fanática de Juan José Saer y Antonio Di Benedetto; he leído absolutamente todo y los releo con mucho placer.

 

El mundo editorial está deslumbrado con nuestras grandes narradoras argentinas. ¿Cómo analizás este momento de la literatura femenina?

Incorporando a otras escritoras que admiro muchísimo y que leo como Camila Sosa Villada o Belén López Peiró y tantas otras que no te nombré en la pregunta anterior, pero que ni hace falta recomendarlas porque están siendo muy leídas. Y otras… Guadalupe Nettel​, Fernanda Melchor, María Fernanda Ampuero, Mónica Ojeda, Lina Meruane, que es una espectacular escritora chilena de la que leo absolutamente todo, Leila Guerriero, que me fascina. Hay muchísimas escritoras para recomendar y, en cuanto a las argentinas, me parece que están siendo tan leídas y traducidas en el exterior por su calidad estética, por la calidad de sus escritos, la innovación absoluta en esas voces. Libros realmente cautivantes que te hacen atravesar una experiencia de lectura de la que cual no salís indemne, salís absolutamente modificado, como Las malas o Por qué volvías cada verano. Uno no sale de leerlos de la misma forma que entró, eso está generando que sean traducidas y leídas en el exterior porque se lo merecen.

 

 

Créditos Fotográficos: MalenaQ